lunes, 27 de diciembre de 2010

PRÓLOGO

Cuando uno se plantea viajar a la India y sólo dispone de tres semanas de tiempo para visitar el país, se siente abrumado por la inmensidad del mismo (prácticamente un subcontinente) y se es consciente de que habrá que seleccionar lo que se quiere ver.

Queríamos centrarnos en la zona norte y después de varias cábalas iniciales, por unos u otros motivos de encaje de itinerarios, descartamos visitar la zona de Leh, la zona del Himalaya (Darjeeling) y hacer una escapada al limítrofe Nepal.

Por lo tanto configuramos una ruta clásica por el Rajastán que también nos llevaría a visitar la capital Delhi, la ciudad del Taj Mahal (Agra) y a realizar una escapada a las orillas del Ganges para conocer Varanasi. En líneas generales, esto es lo que nos ibamos a encontrar:

Itinerario planificado
Delhi: Metrópoli y capital del país, desconcertante, superpoblada con aglomeraciones de gente y de tráfico, pero sobre todo con mucha historia y algunos puntos de especial interés. Fuertes, mezquitas y el lugar en el que vive la llama eterna de Gandhi.

Varanasi: Corazón del universo hindú, contacto entre el plano físico y espiritual, y a orillas del sagrado Ganges como símbolo de salvación con sus ghats que muestran rituales de vida y muerte a la vista de todos. La ciudad se puede definir como mágica y sobrecogedora.

Agra: Con antepasados mongoles y a orillas del río sagrado Yamuna, en medio de una destartalada ciudad, se levanta la tumba más hermosa jamás construida, el Taj Mahal. Levantarse antes del amanecer y ver cómo el sol va iluminando sus bulbosas cúpulas debe ser uno de los objetivos innegociables de todo primer viaje a la India.

Jaipur: Conocida como la ciudad rosa y capital del Rajastán, caótica y congestionada, en ella abundan los bazares y asombrosas fortalezas en las colinas cercanas deslumbran a los visitantes. Ascender a lomos de un elefante al cercano fuerte de Amber es uno de sus atractivos. Y el Rajmandir, que pasa por ser el cine en hindi número uno en toda la India, uno de los iconos de la ciudad.

Jaisalmer: También llamada la ciudad dorada, dónde su impresionante fuerte emerge como un castillo de arena, símbolo viviente del desvanecido poderío del desierto del Thar. Ofrece una ciudad amurallada de ensueño, con havelis (mansiones tradicionales), templos jainistas y paseos a lomos de un camello por las dunas de arena.

Jodhpur: La ciudad azul, como es conocida, representa el caos y la suciedad pero es imperdonable dejar pasar la ocasión de visitar el fuerte más imponente de la India. La fortaleza de Mehrangarh surge de debajo de un enorme precipicio rocoso para dominar la antaño indómita “ciudad azul” de los rajputas.

Ranakpur: En un remoto valle, denso y profundo, situado al norte de Udaipur, emerge uno de los complejos de templos jainistas más grandes e importantes de la India. El templo principal es un edificio de mármol blanco dónde un bosque de 1.444 columnas diferentes dibujan 29 salas que asombran al visitante con sus relieves y esculturas.

Udaipur: Representa el Rajastán más romántico y se conoce con el sobrenombre de la Venecia de Oriente. Edificios de tonos crema y color marfil abundan entre lagos rodeados por un anfiteatro de montañas. Navegar en barca por el lago Pichola y asombrarse con el palacio que emerge de sus aguas no se puede pasar por alto.

PREPARATIVOS ANTES DEL VIAJE

Planificar ciertos aspectos de un viaje de estas características es fundamental, pero no es conveniente hacerlo al milímetro porque la India es un país caótico e impredecible. Si a esto se le suma que viajaremos en Agosto, temporada de monzones, hay motivos más que de sobra para prever cierta holgura en los desplazamientos que no nos lleven a sorpresas desagradables.


Vuelos internacionales
No hay vuelos directos de España a la India, ya que ninguna compañía española vuela a este destino. Es innegociable (por ahora) hacer escala en el país de origen de la aerolínea con la que se vuela.

Encontramos una oferta excelente en AEROFLOT (http://www.aeroflot.ru/cms/en), compañía de origen ruso. Los trayectos Madrid-Moscú-Delhi y Delhi-Moscú-Madrid nos cuestan 464,50 € por persona (precio final) y deliberadamente optamos por tiempos de escala de 16 horas, tanto a la ida como a la vuelta, para visitar lo más importante de la capital moscovita: el Kremlin y la Plaza Roja.


Visados
Es imprescindible disponer de visado para entrar en la India. Actualmente es obligatorio sacarlo a través de la agencia que tienen concertada para este trámite costando 61 € el mismo: http://www.indiavisados.com/

En nuestro caso también nos vemos obligados a sacar el visado ruso. Lo hacemos directamente nosotros en el consulado, sin intermediarios (obviar el tema de las agencias) para evitar que el precio se infle. Su coste es de 35 €, la información de los requisitos necesarios se pueden consultar en la web http://www.rusmad.com/ y la cita previa se concierta a través de esta otra http://www.rusturn.com/

Imprescindible resulta también un seguro médico que nos cubra de cualquier contingencia que pueda surgir durante el viaje: se pueden conseguir pólizas con buena cobertura por unos 35 €.


Vuelos internos
Lo mejor es recurrir a las páginas web de las compañías aéreas indias, para obtener mejores precios y así lo hacemos con AIRINDIA (http://www.airindia.com) en la que sacamos billetes para los trayectos Delhi-Varanasi y Varanasi-Delhi por un precio de 84,35 € en total.

El trayecto Udaipur-Delhi lo haremos con la compañía JET AIRWAYS (http://www.jetairways.com/). Los billetes al mejor precio los obtenemos a través del portal de viajes indio YATRA (http://www.yatra.com/) y conseguimos el vuelo por un importe de 48,35 € por persona.


Vacunas
Es necesario visitar los Centros de Vacunación Internacional de referencia para que, según las circunstancias personales de cada interesado, te prescriban las vacunas a administrar. En el caso de la India, a fecha actual no es obligatoria ninguna vacuna, pero sí pueden ser recomendables algunas dependiendo de las zonas a visitar y el motivo del viaje. Lo mejor es consultar en el Centro de Vacunación Internacional más cercano que se pueden consultar en la siguiente dirección: http://www.msc.es/profesionales/saludPublica/sanidadExterior/salud/home.htm


Trenes
Optamos por este medio de transporte como el principal para nuestros desplazamientos a lo largo del país. Ofrece ventajas porque viajaremos fundamentalmente por la tarde-noche para aprovechar el tiempo, nos permitirá descansar en sus literas y se dice que es una de las mejores formas de conocer el país además de sus costumbres al entrar en contacto con la población nativa con la que compartes viaje. El sistema ferroviario, con sus innumerables trenes y estaciones puede parecer complejo en un principio pero cuando uno se familiariza con él resulta útil y fácil de manejar.

Para conocer un poco más sobre los trenes en India y las categorías que en ellos se pueden encontrar: http://www.seat61.com/

Para conocer los trenes que circulan entre dos ciudades, los horarios, frecuencia semanal, paradas, distancias y tiempos de recorrido: http://indiarailinfo.com/

Para reservar los billetes lo mejor es emplear la web oficial de los ferrocarriles indios: http://www.irctc.co.in/. Sólo funciona en un horario determinado, según la hora india (raro para una web, pero es así), los billetes se ponen a la venta 90 días antes de la fecha del viaje y se pueden cancelar hasta 48 horas antes, ya cambio de perder unas pocas rupias te reembolsan el dinero (lo pudimos comprobar nosotros mismos).

Estos son los trayectos en tren que reservamos:

Delhi (NZM) - Agra (AGC). Código del tren: 2156 (Shaan e Bhopal Express). Duración del trayecto: 2 h 35 min (188 Km). 7.73 € el billete 2AC y 5,90 € el billete 3AC.

Agra (AF) – Jaipur (JP). Código del tren: 2307 (Howrah Jodhpur Express). Duración del trayecto: 4 h 26 min (241 Km). 9,04 € el billete 2AC y 6,82 € el billete 3AC.

Jaipur (AF) – Jaisalmer (JSM). Código del tren: 4059 (Jaisalmer Barmer Express). Duración del trayecto: 12 h 02 min (619 Km). 28,09 € el billete 1AC y 16,8 € el billete 2AC.

Jaisalmer (JSM) – Jodhpur (JU). Código del tren: 4060 (Delhi Express). Duración del trayecto: 5 h 05 min (301 Km). 10,20 € el billete 2AC.


Hoteles
Reservamos desde España algunos hoteles en las ciudades a las que llegaremos de noche para evitar tener que estar deambulando en busca de alojamiento a esas horas; es el caso de Agra, Jaipur y Jodhpur, en el resto de ciudades a improvisar (teniendo una terna entre la qué elegir de hoteles previamente preseleccionados)


Dinero
Después de contrastar información al respecto optamos por usar la tarjeta de débito para sacar efectivo de los cajeros (llamados ATM en la India). Conviene llevar algo de cash en euros para poder cambiar en el aeropuerto, por si surge algún inconveniente y así tener rupias (hay bastantes oficinas de cambio) para empezar a moverse y llegar a la ciudad.

CONSEJOS ÚTILES PARA VIAJAR POR LA INDIA

Los siguientes consejos son el resultado de la lectura de foros, blogs y guías de viaje y también de la experiencia propia que vivimos durante nuestra estancia en la India.

Equipaje
Hay algunas cosas que uno piensa que no va a necesitar hasta que llega la situación en la que vendría bien tenerlas y se acuerda de ellas. Sin ánimo de ser exhaustivo he aquí varios ejemplos:

v  Forro polar o sudadera (aunque viajemos en plena época de calor). En los trenes el aire acondicionado no se puede regular y los vagones son auténticas neveras.
v  Un chubasquero si se viaja en la época de los monzones evitará que nuestra ropa se moje, que con la humedad ambiente que hay cuesta mucho secarla.
v  Pinzas para tender la ropa, por si la opción anterior nos falla. Lo mejor en todo caso es llevar la ropa más vieja que se tenga en el armario, en la India es imposible mantenerse limpio por mucho tiempo. Salir a la calle y estar lleno de mierda hasta las cejas, es todo uno.
v  Chanclas para el uso de los baños, incluso en los hoteles.
v  Papel higiénico, aunque en los hoteles dispensan lo hacen con miseria y se gasta muy rápido, sobre todo si tenemos problemas intestinales.
v  Toallitas húmedas para limpiarse las manos antes de comer y toallitas de baño con las que dar una pasada a las tazas del WC del hotel antes de usarlas.
v  Mosquitera para evitar los mosquitos y minimizar el riesgo de contraer la malaria. Si se opta por llevarla no olvidar cuerdas para poder colgarla en las habitaciones. En todo caso, lo ideal es dormir siempre en habitaciones con aire acondicionado, la probabilidad de que haya mosquitos se reduce drásticamente.
v  Una linterna pequeña, para andar de noche por los callejones de la parte antigua de algunas ciudades dónde las farolas brillan por su ausencia.
v  Cadenas y candados para asegurar las mochilas a la litera del tren mientras dormimos. Aparte de lo anterior, lo mejor es hacerse con una funda de viaje para la mochila (las venden en Decathlon) y evitar que sus múltiples bolsillos queden a merced de amigos de lo ajeno.
v  Fotocopias de los documentos originales, no sea que los extraviemos y no tengamos tiempo de ir a un cyber a imprimirlos.
v  Bolsas de plástico vacías, en la India no son tan fáciles de conseguir en los comercios y nos pueden venir bien para muchas cosas.
v  Un saco de dormir o una sábana, sobre todo si se es escrupuloso y se va a optar por hoteles de bajo precio.
v  Un botiquín muy completo, dónde no pueden faltar antidiarréicos (con antibióticos), suero fisiológico (para recuperarse de las diarreas) y protectores estomacales.


Regateo
Como casi todo el mundo sabe en la India lo que más abunda es la venta callejera y el regateo impone su ley. Se puede regatear el precio de prácticamente todo salvo en los restaurantes dónde los precios están fijados en las cartas y en hoteles de cierto nivel que no admiten esta práctica. De igual forma hay tiendas que tienen tarifas inamovibles para los artículos en venta, y además lo avisan con carteles en la puerta que así lo indican. El consejo más importante es que toméis el regateo como un juego, teniendo en cuenta que ellos nunca van a perder: sabiendo esto apretad todo lo que podáis.

La gente que se aproxime a vosotros ofreciendo productos, transportes, alojamientos…serán siempre comisionistas, con afán de hacer negocio a costa de vuestro bolsillo. Estad alerta porque para ellos simplemente seremos turistas con dinero en el bolsillo, y cuanto más nos puedan sacar, mejor para sus intereses.


Transportes
En la India no existen problemas para buscar medios de transporte para moverse por las ciudades, ellos mismos te buscarán y acosarán. Son especialmente útiles los rickshaw o tuk tuk, los más rápidos y ágiles entre el tráfico. También se puede usar el ciclorickshaw, más lentos pero que te permiten contemplar todo con mayor sosiego. Algunos consejos a seguir:

v  En aeropuertos lejanos de los núcleos urbanos no os compliquéis la vida, recurrid a los servicios de taxi prepago oficiales, algo más caros pero os evitaréis quedar a merced de los comisionistas, a la caza de turistas recién llegados y desubicados en la nueva ciudad. No entregar el justificante o recibo al conductor hasta llegar al destino, es lo que le asegura cobrar la carrera.
v  Jamás dar información a nadie, en particular a taxistas y conductores de rickshaw, de nuestro viaje: ni dónde nos alojaremos, ni cuantos días estaremos en la ciudad, ni hacia dónde partiremos. Sólo facilitaremos estos datos en el caso de que queramos, voluntariamente, buscar algo que necesitemos contratar.
v  Lo mejor es conocer con antelación los precios aproximados de las carreras para ir sobre seguro: una buena idea es preguntar a los empleados de los hoteles dónde nos alojemos antes de salir y empezar a regatear conociendo los precios indios, no los que tuk tuk y ciclorickshaw quieren cobrar a los turistas.
v  Ante precios desorbitados ofreced el precio óptimo o justo de la carrera (a ser posible haberse informado antes de ellos), los conductores insistirán en precios estratosféricos. No os mováis un ápice de él, os seguirán y acabarán aceptando. Si no lo hacen, otros se acercarán a vosotros. Atención porque podéis veros rodeados y mareados por un enjambre de conductores en busca de tu tajada.
v  Si no conocemos el precio de la carrera empezad con un precio bajo. Si después de varios intentos, todos refunfuñan y no insisten es que el precio que estamos dando es ridículo: entonces habrá que subirlo algo.
v  Cuidado con que os dejen en el sitio pactado, habrá casos en que os dejarán lejos de él. En esos casos no aceptéis pagar el precio fijado inicialmente porque el servicio no ha sido completo.
v  Insistid siempre en que el precio que fijáis es el final, y en él se incluyen tasas de acceso y demás milongas que os contarán para cobraros más sobre lo inicialmente indicado. Dejadlo bien claro, no pensáis pagar una rupia más.


Hoteles
El primer consejo es el de reservar con antelación, antes de iniciar el viaje. No podremos regatear el precio, como se puede hacer in situ, pero a la larga pagar dos o tres euros más compensa, porque te evitas muchas molestias y pérdidas de tiempo, más costosas que ese dinero. Y no sólo hay que reservar, en la mayor parte de los sitios te piden que reconfirmes una semana antes de llegar e incluso el día antes de la llegada te obligan a hacerlo de nuevo. Y aún así, es posible que te plantes en el hotel y te digan que no tienen la habitación que habías reservado previamente y reconfirmado por dos veces. Si al final se opta por buscarse la vida una vez en el destino, algunos consejos útiles pueden ser los siguientes:

v  Disponer de una terna de hoteles, que hayamos seleccionado previamente, para centrar la búsqueda, y pedir al taxista que nos lleve a la zona dónde se ubican evitando dar nombres concretos de alojamientos.
v  No hacer caso a los conductores de rickshaw y taxistas sobre las recomendaciones de alojamiento que nos hagan: son todos COMISIONISTAS y querrán llevarnos al que les produzca beneficio. Nos os fiéis de ninguno y no os dejéis manipular tratando las situaciones con firmeza.
v  Si se va a regatear el precio de un hotel procurar no hacerlo por la tarde a última hora o entrada la noche. Es una situación de debilidad y hace que el regateo se complique.
v  Si se viaja en grupo o pareja es mejor que alguien se quede con los equipajes a cierta distancia y los encargados del regateo aparezcan sin carga en el hotel, así no se mostrará necesidad imperiosa.
v  Ver siempre las habitaciones antes de aceptar su precio y de quedarse con ella y comprobar el funcionamiento de luces, aire acondicionado y del agua de la ducha y la cisterna.


Compras
Se puede encontrar de casi todo y una vez localizado sólo hay que definir el precio. Los vendedores son pesados a más no poder, y si se muestra interés por algo te perseguirán hasta la extenuación. Aquí van algunos consejos interesantes:

v  Nunca mostrar interés por lo que realmente queremos. Mejor dar vueltas y rodeos preguntando el precio de otras cosas que no pretendamos comprar hasta llegar a lo que nos interesa.
v  Lo ideal es que el regateo lo haga alguien distinto al que quiere el artículo, la negociación será más fría y racional.
v  Cuando te dan un precio, contraofertar otro mucho más bajo es lo idóneo. Si el vendedor parece molesto y sin ganas de negociar es que se ha ofrecido demasiado poco. En los lugares más turísticos pueden intentar timar al turista a base de bien; por ejemplo a la salida del Taj Mahal nos ofrecían camisetas de algodón por 500 INR, al final y sin mucho interés por nuestra parte nos las dejaban en 50 INR, una décima parte. Para subir de precio siempre hay tiempo, así que no hay que temer ofrecer precios irrisorios de entrada.
v  El truco del amago: si la negociación se estanca pero se piensa que hay recorrido a la baja no hay nada como salir por la puerta del establecimiento. Si te persiguen es que el precio que has dado es el bueno, y con él ganan el margen justo, pero ganan.
v  El truco del poli bueno-poli malo: que uno se muestre interesado por el artículo y el otro insista en que el precio es caro y en abandonar la negociación; para mejores resultados combinar con el anterior.
v  Si te abordan vendedores callejeros y no te interesa nada de lo que te ofrecen hay dos opciones; ignorarles completamente (ni dirigirles la mirada), insistirán unas cuantas veces y se acabarán largando o bien ofrecerle 1 INR por lo que venden, se darán cuenta de que les queréis tomar el pelo y se marcharán lanzando maldiciones.

INICIANDO LA AVENTURA

Viernes, 30 de julio de 2010

Como casi todos los viajes que le llevan a uno a visitar otro continente nuestra andadura comienza en la terminal internacional de un aeropuerto, en este caso en el de Madrid-Barajas.

Tenemos la suerte de que un amigo nuestro (Yurel) se agencie una enorme furgoneta para poder trasladarnos a los siete integrantes del grupo inicial (Isabel, Marta, Fátima, Alberto, Óscar, Javier y Miguel) hasta la terminal T1. Para ser un viernes de finales de julio, el tráfico no se hace notar y nos lleva poco rato alcanzar el aeropuerto.

Por suerte la T1 es manejable y en unos minutos guardamos cola para facturar el equipaje. Apenas tenemos que soportar los intentos de un par de viajeros, que portaban enfundada lo que parecía ser una tabla de windsurf, por colarse delante de la fila que nos llevaría a facturar el equipaje. No queremos discutir, nuestras vacaciones estaban arrancando, así que sin más miramos para otro lado y les dejamos ganar un puesto preferente por delante de nosotros.

El personal de tierra de AEROFLOT, compañía con la que volábamos, era español y después de facturar el equipaje tenemos que pasar un control adicional en otro mostrador para verificar nuestros pasaportes y visados. Con todo en regla, sólo nos queda esperar, que es lo que generalmente se suele hacer en los aeropuertos. El vuelo tiene las 23.40 como hora de partida.

Por fortuna el tiempo pasa rápido y lo consumimos merendando algo que nos habíamos traído de casa, dando una vuelta por el duty-free y comprando algunas chocolatinas en él, de las que casi damos buena cuenta antes de subir al avión.

El embarque se produce en hora pero el despegue se demora, elevándonos en el aire con algo de retraso sobre la hora prevista de salida. La aeronave, un moderno Airbus, rompía con el mito que en algunos lugares circulaba de que la compañía rusa volaba con aviones antiguos y destartalados. Nos sirven la cena una vez que hemos tomado altura de crucero y aprovechamos para ingerir alguna pastilla que nos ayude a conciliar el sueño más rápidamente. Sin mayor novedad, el avión durante toda la noche avanza hacia tierras moscovitas; se trata de un vuelo de media duración, cinco horas de trayecto.

MOSCÚ: EL KREMLIN Y LA PLAZA ROJA

Sábado, 31 de julio de 2010

Casi con media hora de retraso sobre el horario previsto nuestro vuelo se dispone a aterrizar en el aeropuerto Sheremetyevo (http://svo.aero/en/), situado a las afueras de Moscú. Es uno de los cuatro aeropuertos de los que dispone la ciudad y base de operaciones de AEROFLOT. Antes de acceder a la zona de control de documentación una parada en los baños para lavarnos la cara y poder permanecer bien despejados.

Parece que en el consulado ruso hicieron su trabajo diligentemente, puesto que no tenemos ningún problema para pasar el control de pasaportes. Antes de salir a la terminal transitamos por una zona en la que policías ataviados con las típicas gorras de plato rusas realizan cacheos aleatorios a los viajeros, que también han de hacer pasar sus pertenencias a través de arcos detectores de metales.

Una vez dentro de la terminal ésta presenta un aspecto moderno, con grandes cristaleras que dejan entrar la luz del exterior. Localizamos varios cajeros automáticos y probamos en ella nuestras tarjetas. Buscamos el que nos permita sacar la mayor cantidad de efectivo. Cómo necesitamos cash y no sabemos dónde podremos encontrar más cajeros, sacamos dos veces, 7.000 y 3.000 rublos (RUB).

Salimos al exterior buscando un autobús lanzadera que supuestamente nos debería transportar a la terminal F (según la información encontrada en la página web del aeropuerto), dónde poder tomar un tren al centro de la ciudad. Un taxista que habla cuatro palabras en inglés, nos dice que se puede ir andando y nos indica cómo. Volvemos a entrar en el edificio y conseguimos distinguir en la cartelería (en inglés y cirílico) las indicaciones hacia la terminal F y el tren AEROEXPRESS (http://www.aeroexpress.ru/en/).

Al caminar por la pasarela cubierta nos damos cuenta de por qué no contábamos con esta sorpresa; acaban de inaugurarla y en ella aún son patentes los rastros de las obras. A través de las cristaleras, en la calle, podemos divisar lo que parecen ser nuevos trabajos de acondicionamiento de la terminal del aeropuerto.

Encontramos otro cajero automático que dispensa hasta 10.000 RUB de una sola vez, así que hacemos acopio de efectivo. Sacamos billetes de tren, de ida y vuelta, para el centro de Moscú, a un precio de 500 RUB – 12, 5 € cada uno de ellos, y lo hacemos para dentro de 40 minutos (ver frecuencia de trenes en su web), porque hemos visto un Starbucks dónde pretendemos desayunar (los precios son elevados, cómo en cualquier otro local de esta franquicia).

El acceso al andén que sirve de lanzadera al tren se realiza a través de una puerta corredera de cristal custodiada por un policía ruso. No hay tornos ni revisor en la entrada. El billete te lo solicitan una vez que el convoy ha iniciado su marcha. Nos resulta curioso ver cómo durante el trayecto existe un servicio de venta de revistas, snacks y refrescos que recorre en un carrito los diferentes vagones. A través de la ventanilla observamos paisajes de densos bosques, gran cantidad de gasoductos y áreas despobladas que a medida que nos acercamos al centro se transforma en zonas con edificaciones y naves industriales antiguas, en aparente estado de abandono.



Después de 35 minutos de trayecto, puntual como un reloj, el tren hace su entrada en la estación de ferrocarril de Belorussky, que se ubica en un precioso edificio de época. Ahora toca coger el metro (http://engl.mosmetro.ru/) para desplazarse al corazón del centro de Moscú. Sacamos un billete de 20 viajes (460 RUB – 11,5 €) no sin problemas ya que hay pocos moscovitas que hablen el inglés y ninguno de nosotros se maneja en ruso.



Pronto comprobamos la grandiosidad del metro de Moscú, con ese regusto antiguo en sus instalaciones y en sus estaciones, dónde largas y empinadísimas escaleras mecánicas nos conducen a lo más profundo de la ciudad. Entre que los carteles sólo aparecen en cirílico y que no estamos acostumbrados a la manera de señalizar las líneas, y transbordos que se realizan de forma diferente al metro de Madrid nos toma un par de despistes y un rato habituarnos a este nuevo escenario, mientras boquiabiertos, no perdemos detalle de las estaciones por las que pasamos y perplejos asistimos a su suntuosa decoración.


Arribamos al destino, la parada de los jardines de Alexandrov (Aleksandrovsky Sad), y para no perder la costumbre no atinamos con la salida adecuada y vamos a dar a la superficie en una zona de enormes avenidas con multitud de carriles en las que no hay pasos de peatones para cruzar. Nos lleva poco tiempo averiguar que hay que volver al suburbano para emplear sus kilométricos corredores subterráneos con objeto de poder cruzar las vías que a nivel de calle sirven para el tránsito del tráfico rodado.

Al emerger del paso subterráneo ante nosotros se extienden los jardines y al fondo, contrastando con el color verde se erige la muralla de ladrillo rojo que circunscribe al Kremlin (http://www.kreml.ru/en/) en su interior. Al tratar de sacar las entradas para visitar el complejo y la armería (ubicada en su interior) las taquilleras, de porte y carácter recio, nos dicen que no se ponen a la venta hasta media hora antes de los horarios de visita estipulados. Nos toca hacer tiempo así que buscamos un banco a la sombra de los jardines buscando protegernos del sol ya que para ser poco más de las 10 de la mañana el calor aprieta. Podemos ver a cantidad de gente paseando por los alrededores, sabemos que hoy es festivo en Moscú y los lugareños aprovechan para darse una vuelta por la ciudad.

Con las entradas en la mano (700 RUB – 17,5 € para visitar la armería y otros 350 RUB – 8,75 € para visitar el Kremlin), lo primero que tenemos que hacer es dejar nuestras mochilas en una consigna (20 RUB – 0,50 € por bulto) y después nos dirigimos a la puerta de acceso al Kremlin más cercana a la armería. Un control de seguridad nos obliga a mostrar lo que llevamos en las mochilas antes de entrar al recinto; no en vano dentro del recinto tiene la residencia habitual el presidente de Rusia. En el interior nos indican que si accedemos a la zona de las catedrales, custodiada por más policías, y luego lo abandonamos para visitar la armería no podremos volver al recinto original. Sólo falta media hora para nuestra visita a la cámara de los tesoros de los zares, así que decidimos esperar fuera del control de seguridad. No nos dejan sentarnos en las escaleras de acceso, por lo que acabamos tirados en el césped de los jardines colindantes, arrasado por la inusual ola de calor que azota la capital rusa.

Llegada la hora accedemos a la armería, ubicada en un edificio de gruesos muros de piedra. La entrada incluye una audioguía en español que sólo precisa de un documento de identidad de uno de nosotros como fianza. Durante la visita podemos apreciar objetos de la vida de los zares y escuchar parte de la historia de los mismos. Las salas son lujosas y profusamente decoradas mientras multitud de vitrinas de cristal jalonan el recorrido mostrando a los visitantes en su interior objetos de todo tipo: armas, cetros, coronas, tronos, vestimentas, relicarios, evangelios... El denominador común en todos ellos son los metales y piedras preciosas que los componen, se trata en su mayoría de piezas únicas de incalculable valor. En la planta baja y para finalizar la visita se muestra una exposición de carrozas empleadas por los zares en las diferentes actividades de su vida cotidiana.

Acabada la visita abandonamos el edificio y accedemos a la plaza de las catedrales; edificios de fachada blanca y cúpulas de color dorado la componen. Se puede acceder a su interior que resulta oscuro y sombrío, por lo que buscamos rápidamente las zonas exteriores más agradables a la vista, bañadas por el resplandor del sol.

 

En las proximidades contemplamos el cañón del zar (que nunca llegó a ser disparado) y a grupos de militares recién graduados que se hacen lo que parece ser la foto de promoción con el cañón como testigo del momento. Un poco más allá, la campana zarina; nunca llegó a ser tañida porque se rompió antes de poder colocarla.


Paseando por zonas empedradas abandonamos el Kremlin asistiendo a lo que parece una recepción oficial en el edificio de convenciones situado en su entrada principal. Recorriendo la zona de jardines que bordean el complejo somos testigos de cómo grupos de centenares de personas tratan de mitigar el calor en el césped, en otros tiempos frondoso y fresco, y se bañan en fuentes y en un río que fluye por la zona…

El carácter festivo de la jornada hace que multitudes de personal se agolpen en restaurantes y cafeterías por lo que optamos por algo rápido y sencillo, un Mc Donald´s, prueba fehaciente que el capitalismo aterrizó en las tierras del este hace ya muchos años. Y qué gran invento eso de las fotos de los menús y de las hamburguesas, de lo contrario aún hoy seguiríamos allí intentando comunicarnos con los rusos. Para rematar la faena pedimos unos batidos que nos tomamos tumbados sobre el césped a la sombra de enormes árboles, justo enfrente del monumento al soldado caído. Nos quedamos dormidos durante casi una hora, todos menos el inquieto Óscar, que junto a Fátima nos sirven de avanzadilla hacia la Plaza Roja (su nombre proviene del antiguo ruso, cuya traducción significaba plaza “bonita” y que por parecido entre las palabras, se acabó traduciendo por Plaza Roja, nombre con el que hoy en día es conocida, aunque nada tenga que ver el nombre con el color de los ladrillos de los edificios ni con el comunismo).



Tras el reparador sueño nos encaminamos hacia ese lugar emblemático en Moscú y que todo el mundo conoce; la plaza roja (330 metros de longitud y 70 m de ancho, libres completamente de tráfico rodado) flanqueada en uno de sus laterales por la muralla del Kremlin con el mausoleo de la momia de Lenin a sus pies, la catedral de San Basilio en el lado del río (sí, esa de las cúpulas de colores), justo al lado contrario el impresionante edificio de ladrillo rojo del Museo Estatal de Historia y para cerrar el rectángulo la imponente construcción que alberga las galerías GUM (antiguos almacenes durante el régimen comunista).
 

 
 
 

Tenemos tiempo más que de sobra para pasear por la plaza y ver los edificios y el entorno desde todos los ángulos. Es hora de ir retornando hacia el aeropuerto, con calma. Paseamos entre las tiendas de lujo de artículos occidentales de las galerías GUM para llegar al metro.


Deshacemos el camino recorrido y ya en la estación de ferrocarril de Belorussky compramos unas cervezas para refrescarnos, antes de tomar el tren hacia Sheremetyevo. En este caso no hay que cambiar de terminal, nuestro avión sale de la F. En el control de pasaportes los policías nos miran de arriba abajo para cotejar nuestra identidad con las fotografías de los documentos. Empleamos los baños para asearnos un poco antes de embarcar. Una “jardinera” nos conduce hasta un plateado y flamante Boeing que nos trasladará a la capital india, Nueva Delhi. Tras la cena toca dormir; por delante casi siete horas de vuelo. Es el segundo día consecutivo que dormimos en un avión.

LLEGADA A NUEVA DELHI

Domingo, 01 de agosto de 2010

Al recorrer el finger que nos lleva del avión recién aterrizado hasta la modernísima terminal internacional de aeropuerto Indira Gandhi (http://www.newdelhiairport.in/traveller.aspx) notamos como la humedad azota nuestros cuerpos. El nuevo edificio de la terminal acaba de ser inaugurado de cara a la reunión de la Commonwealth que se celebrará en la ciudad el próximo mes de octubre. Enormes pasillos enmoquetados nos dirigen hacia la zona de control de pasaportes; incluso podemos ver cómo hay personas que debido a las enormes distancias se trasladan en cochecitos como los empleados en los campos de golf. Pronto empezamos a ser testigos presenciales de la idiosincrasia india ya que los operarios se toman su tiempo para revisar los pasaportes y visados de los turistas que quieren acceder al país.

Superado el trámite nos toca la primera visita a los baños en tierra india para constatar que, al menos, en el aeropuerto el sistema es mixto, dispones de tazas de WC occidentales y de los famosos baños de suelo o letrinas, a gusto del consumidor, todo reluciente e impecable. Resulta patente que el recién inaugurado edificio aún no dispone de funcionalidad completa; los cajeros automáticos no funcionan o simplemente no se pueden conectar a la red eléctrica, la supuesta oficina de información turística no existe (y mira que nos aseguraron vía mail desde la web del aeropuerto que ya estaba operativa) y el personal de atención al público, entre pasivo y desbordado ante los acontecimientos.

Mientras el resto guarda los equipajes Isabel y yo intentamos acceder a la terminal de salidas ubicada en la planta superior, pero para poder hacerlo hay que salir a la calle. Otra bofetada de realidad; pasar del interior refrigerado del edificio a la sauna del exterior, las gafas empañadas y la ropa pegada al cuerpo en cuestión de segundos. La escaramuza resulta improductiva porque militares con metralleta en mano sólo permiten el acceso a la terminal de salidas si portas un billete de avión válido para el día y muestras tu pasaporte, por lo que tenemos que desistir. La sorpresa viene ahora, cuando tratamos de volver a entrar a la terminal de llegadas; dos militares con AK-47 al hombro y con un nivel escaso de inglés no nos permiten la entrada. Por suerte tras cinco minutos de explicaciones y haber mostrado los resguardos de los billetes del vuelo que nos ha traído a la India nos dejan entrar (es una buena costumbre no deshacerse de ciertas cosas, nunca sabes cuando las puedes necesitar).

En la India y sin cajero para sacar efectivo. Menos mal que lo teníamos previsto y llevábamos metálico para salir del apuro. Isabel canjea 50 € en la oficina de cambio de Thomas Cook (las hay a patadas en las terminales de los aeropuertos indios) y es dónde seguimos constatando la cultura india, 5 personas tras el mostrador para atender, pero sólo una lo hace. El resultado es que tardamos más de 20 minutos en realizar una operación que en condiciones normales no debería llevar más de dos. Afortunadamente la oficina de taxi prepago de la policía de Delhi (así se hace llamar) está al lado y nos resulta sencillo contratar dos vehículos hasta el Paharganj (360 INR – 6 € cada uno de ellos).

A pocos metros de la salida nos esperan los taxis de la compañía contratada, de color negro y amarillo; en España podrían tener sin problema matrícula de vehículo histórico por la pila de años que acumulan. Los equipajes son apilados en el techo del coche, atados con cuerdas, ya que el pequeño maletero no tiene capacidad suficiente mientras los taxistas nos solicitan con vehemencia el resguardo que nos han dado en la oficina. Después de un rato de discusión comprendemos que lo necesitan para presentarlo en la barrera de salida y acto seguido nos los devuelve; es necesario quedárselos hasta el final del trayecto cuando entonces se lo entregaremos al conducto (sin el resguardo no cobrará la carrera). Es la única forma de asegurarnos de que nos llevan al sitio contratado.

Y ya con el coche en marcha, ¡allá vamos India!. Cuidado, no os quedéis pegados con la mierda que tienen los asientos………. y ese salpicadero, por dónde no pasan un trapo desde que la India era colonia inglesa. Rápidamente nos sorprende la variedad de vehículos que uno se encuentra por la autopista; tuk tuk, motos, bicicletas…El día ha amanecido plomizo y se agradece porque las nubes nos protegen del sol, esta humedad con el astro rey sobre nuestros cogotes podría ser mortal. Abandonando la autopista entramos en una zona residencial, con calles más limpias, dónde abundan las zonas verdes…….y los monos!!!. Podemos ver varios en los árboles próximos a la calzada, incluso alguno muerto sobre ella que presumiblemente había sido atropellado recientemente.

No tardamos en abandonar el entorno anterior, un espejismo efímero, para acceder a calles más sucias y más concurridas al tiempo que tratamos de asimilar que aquí las rotondas se toman al revés (en la India se conduce por la derecha). El taxi se detiene en un semáforo, dónde una niña de no más de seis años, descalza, famélica y cubierta por la suciedad realiza piruetas en el suelo para luego acercarse a la ventanilla pidiendo dinero. Ahora sí que estamos empezando a comprobar la verdadera dimensión del país, que aún es más palpable cuando de pronto el taxi gira y entra en una calle sin asfaltar, con montañas de escombros a ambos lados. ¿Este dónde nos lleva? pregunta Isabel. Habrá cogido un atajo, respondo.

 

No se trata de un atajo, hemos llegado a Main Baazar, calle principal del barrio mochilero de Paharganj y apenas cien metros más allá el coche se detiene, no puede avanzar más por las obras y los escombros, y además empieza a llover, el monzón hace acto de presencia. Con cara de absoluto asombro y perplejos por lo que vemos, tomamos nuestros equipajes a la vez que varias personas empiezan a acercarse a nosotros intentando vendernos cualquier cosa (comida de puestos callejeros, tuk tuk, alojamiento…). La imagen que vemos es muy similar al paisaje que aparece en las películas tras una explosión atómica, después de que haya pasado la onda expansiva y todo haya quedado arrasado, todos los edificios se encuentran en estado de demolición y montañas de escombros y basuras se acumulan sobre la superficie. Por no hablar de la gente que deambula por las calles, fiel reflejo de la pobreza que se vive en el país.


Tenemos que pensar rápido así que decidimos entrar en un pequeño local, se llama Apettite, para desayunar algo y tomarlo como base de operaciones y también protegernos de la lluvia. El simpático y joven indio (Marta bautiza al chaval como Mowgli, por el parecido físico) que regenta el local nos acoge amablemente a la vez que nos permite acumular los equipajes en un rincón del salón. Tenemos muchas ganas de probar la comida india, así que pedimos un desayuno típico del país: tortilla de vegetales (los pimientos verdes pican como demonios), un chai (té con leche) y un vaso de lassi (bebida de yogur batido). Javier y yo seremos los encargados de acercarnos a intentar gestionar habitaciones en algún hotel mientras los demás esperan con las cosas.

Nos gusta el Hari Piorko (http://www.hotelharipiorkodelhi.com/), del que tenemos buenas referencias de algunos blogs de viajeros. Caminar por la calle principal en busca del hotel se convierte en una odisea, saltando montañas de escombros, charcos de agua y barro, perros, bicicletas y carros, y como elemento generador de adrenalina, los restos de la demolición que llueven desde las plantas superiores de los edificios. El hotel está cerca, nos enseñan las habitaciones y nos parece un lujo para lo que se debe estilar por la zona. El precio que nos piden de entrada es de 1500 INR por habitación doble con AC y tras regatear (deporte nacional en India) conseguimos rebajarlo a 1.200 INR – 20 €. Nos vamos a buscar al resto y ya con todos los bártulos y transitando por callejones, fuera de la calle principal en obras, conseguimos llegar al hotel. Para registrarse es necesario copia del pasaporte que ellos mismos escanean y rellenar un enorme libro al estilo de los moteles de las películas americanas de los años 50.

Ya alojados nos preparamos para buscarnos el modo de visitar Delhi durante esa tarde. Caminamos por Main Baazar hasta llegar a la estación de ferrocarriles de Nueva Delhi, buscamos cajeros automáticos para conseguir efectivo. Comisionistas tratan de vendernos billetes de tren a la vez que no nos permiten la entrada en la estación por lo que decidimos caminar hasta Connaught Place, centro neurálgico y de negocios de la zona. El paseo nos sirve para darnos cuenta de que continuamente tendremos que estar soportando ofrecimientos de la gente, sobre todo en lo referente a transporte. La zona está también en obras, se construyen y amplían aceras y nos impacta ver cómo son mujeres las que se encargan de realizar el trabajo.



Connaught Place es una especie de enorme plaza formada por viales de círculos concéntricos y otros que la cortan radialmente, atravesarla puede llevar horas y más si los conductores de tuk tuk son incapaces de entender a dónde te quieres dirigir exactamente así que desistimos de intentar llegar a la oficina oficial de turismo, no tenemos tiempo para ello. Entramos en una agencia con supuestos distintivos oficiales del gobierno indio, sabemos bien que es práctica habitual en Delhi y que se tratará de una agencia privada que trata de atraer a los turistas con estas artimañas. Necesitamos agenciarnos un tour de medio día para visitar los principales puntos de interés de la capital, un agente turístico, Latiff Ratta, nos dice que no hay plazas en el general (nos hacen creer que llama para confirmarlo) y ante eso nos ofrece una furgoneta privada con AC visitando los sitios que nosotros queramos; el precio, 700 INR – 11,66 € por cabeza. Pero antes nos tiene que indicar dónde hay un cajero y le pedimos que nos recomiende un restaurante típico, no turístico.

Uno de los trabajadores de la agencia nos acompaña al cajero y para ello pone en práctica el modo habitual de cruce de vías con tráfico para peatones en India. El método consiste básicamente en echarle narices y con la mano en alto, como si uno se imbuyese de poder sagrado, parar los vehículos e ir avanzando. Nos da un consejo muy importante; mantener la calma y en caso de duda quedarse quieto, serán los propios vehículos los que te esquiven. El cajero del CITIBANK nos proporciona hasta 20.000 INR en efectivo en una única operación (no volveríamos a encontrar en la India uno igual). El restaurante al que nos guían es una franquicia de la cadena Sagar Ratna (http://www.sagarratna.in/) y ofrece comida típica del sur de la India, un local limpio e impoluto, ni un turista en su interior, únicamente nativos. Nos dejamos guiar por el camarero: masala dosa (empanadilla de vegetales), salsas, una especie de torta rellena de queso (cheese kulcha), lentejas (dhal), paneer (queso típico del país) y todo acompañado de chapatis para mojar y comer al estilo indio (no se emplean cubiertos y todo se toma de las fuentes directamente con el pan), un poco de helado para rebajar la especiada y picante comida y un para acabar masticamos un puñado de anises y azúcar en grano grueso para conseguir un regusto de frescor en la boca.

Acabada la comida sólo tenemos que cruzar la calle (es un decir, cruzar las calles en India es una aventura con riesgos) para tomar nuestro transporte e iniciar el tour por la ciudad, encaminándonos en primer lugar hacia Old Delhi, que es la parte más antigua y sucia de la ciudad. Desde la furgoneta contemplamos las riadas de gente que inundan las calles, el colorido de la vida diaria de los barrios, los enormes manojos de cableado eléctrico que casi ocultan la luz sobre las fachadas, las vacas (la primera vez que las vemos) que deambulan errantes entre el tráfico…

 

La primera parada es la mezquita musulmana de Jama Masjid, con un enorme patio que puede dar cabida a 25.000 fieles y considerada la más grande del país. Al entrar se pasa por un arco de seguridad cuyos encargados parecen dormitar; todos pitamos al atravesarlo pero no nos detienen a ninguno. Aquí tenemos el primer contacto con el abuso hacia el turista; es obligatorio descalzarse y por supuesto dejar los zapatos en custodia en la puerta para luego pagar por el servicio. Además a las chicas les quieren colocar un paño sobre los brazos (visten camisetas normales, sin tirantes) para poder acceder ante lo que se niegan y deciden quedarse fuera mientras guardan los zapatos de los chicos que entramos a hacer unas fotos (por la cámara también hay que pagar). El interior alberga un enorme patio rectangular dónde miles de palomas pueblan el suelo. Abandonamos el recinto ya que no hay mucho que ver y descansamos un rato en la escalinata de acceso al templo.

 

De nuevo en la furgoneta la siguiente parada es el Fuerte Rojo. En puestos callejeros venden fruta troceada y pelada a la que colocan barritas de incienso para tratar de alejar los miles de moscas que sobre ellas se posan. Para acceder al recinto es necesario pasar dos controles de seguridad, con cacheo incluido y en filas separadas para hombres y mujeres, después de esperar una enorme cola y de haber sacado las entradas en taquillas separadas para turistas y nacionales (pagamos 250 INR – 4,16 €, 10 veces más que los nacionales que sólo pagan 25 INR). El fuerte en su interior es un impresionante complejo de murallas, pasadizos, jardines y estanques que se encuentra abarrotada de multitud de indios que aprovechan el domingo para visitarlo.

 

El próximo destino es el Raj Ghat, lugar de cremación de Gandhi y dónde arde una llama en conmemoración del acontecimiento. El lugar se encuentra en el medio de un parque, lo que nos sirve de alivio puesto que evitamos las decenas de vendedores ambulantes que nos atosigan en cuanto ponemos el pie a tierra. Es necesario descalzarse para llegar a la lápida conmemorativa; Isabel lo hace, el resto preferimos verlo desde el muro que rodea el escenario. Como nota curiosa, comentamos lo que hemos observado repetidamente; los indios varones caminan en pareja agarrados de la mano por la calle, en señal de amistas, es algo muy habitual.


Acabada la visita nos conducen de nuevo a la agencia ya que la persona que nos atendió (Latiff Ratta) quiera hablar con nosotros, para ofrecernos un conductor para hacer una ruta por el Rajastán. El tipo nos cuenta historias de todo tipo para ganarse nuestra confianza, que le encanta España, que tiene familia allí y que en dos semanas visitará el país para disfrutar de unas vacaciones. Como es posible que necesitemos sus servicios para la llegada de Nacho, le prestamos aparente interés y nos quedamos con su teléfono. No queremos perder más tiempo así que le pedimos continuar con nuestro tour. El próximo destino es el Rajpath o “puerta de la India”, un enorme monumento en forma de arco dónde se celebra algún acto festivo porque centenares de personas pueblan el lugar.


Nuestro próximo destino es el Palacio Presidencial, que vemos desde la furgoneta. La noche ha caído sobre Delhi y ahora transitamos por una zona más moderna, con calles anchas y limpias y sin muestras de la pobreza que inunda Old Delhi. La última parada es el templo de Laxmi Narayan, construido con capital privado y que llama la atención por sus colores rojos y blancos y la continua presencia del símbolo de la cruz esvástica en su decoración.


Es hora de volver al hotel. La furgoneta nos deja en el acceso a Main Bazaar, que sigue siendo a estas horas un hervidero de puestos de fruta ambulantes, un ir y venir incesante de gente y por supuesto continúan los trabajos de demolición de los edificios; en la India la mano de obra es abundante. Después de comprar unos plátanos en un puesto callejero, entramos en el Vivek Hotel (http://www.vivekhotel.com/), aprovechando para hacer el checking online de los vuelos del día siguiente en internet, y cenamos en la terraza de la azotea. Aquí constatamos varias cosas; desde que haces el pedido hasta que te sirven pasan al menos 45 minutos en la India. Por primera vez probamos la Kingfisher (cerveza india) y el pollo tandoori (pollo al horno con especias) que aunque lo pedimos “non spicy” nos lo sirven picante a rabiar. Por suerte el pollo al estilo afganí no pica en absoluto. Desde la azotea observamos como los trabajos de demolición siguen en los edificios colindantes, da igual que sea noche cerrada.

Cruzamos la devastada calle para llegar al hotel y buscar un remanso de paz en nuestras habitaciones. Ha sido un día duro en el que hemos empezado a comprobar la miseria que existe en el país, la suciedad, el caos, lo incordiante que puede resultar la gente para venderte cualquier cosa, la exasperante lentitud del servicio en la hostelería autóctona, lo atento que tienes que estar porque casi todo el mundo te quiere cobrar más allá de lo que sería un precio justo y razonable….Ven al turista, al viajero, como un saco de monedas al que exprimir.

Mañana cambiamos de escenario, nos vamos a Varanasi en el estado de Uttar Pradesh, a conocer el río Ganges, a ver si conseguimos conectar con la espiritualidad que dicen que allí se respira.