lunes, 27 de diciembre de 2010

CONOCIENDO UDAIPUR, LA CIUDAD DE LOS LAGOS

Lunes, 16 de agosto de 2010

Tenemos pensado dejar el hotel en el día de hoy por lo que preparamos nuestras cosas para la salida, pero antes de hacerla efectiva nos vamos a desayunar en una cafetería al aire libre que habíamos visto el día anterior en nuestro paseo por la zona cercana al alojamiento.

Nada más salir a la puerta del hotel comprobamos un hecho, que de conocerlo los huéspedes con antelación sería muy tenido en cuenta a la hora de decidir alojarse aquí. Justo enfrente de la entrada principal del hotel se ubica una zona en la que los carros que recogen las basuras de las calles las amontonan para que una máquina cargadora la coloque en un camión y se transporte hasta un vertedero. El resultado que produce sobre nosotros es rememorar los paseos matutinos por los callejones de la ciudad vieja de Varanasi, con un olor y atmósfera fétida y putrefacta.

Por suerte sólo lo sufriremos hoy así que nos dirigimos hacia el Café Namaste y bajo una terraza techada con un toldo degustamos repostería occidental (tarta de manzana, napolitanas, croissants, muffins…) acompañada de café y de lassi de rosa, que hasta ahora no habíamos tenido la ocasión de probar. El desayuno nos sabe a gloria.

De vuelta al hotel conseguimos que el personal nos busque 4 tuk tuk a precio local (40 INR – 0,67 € parece ser la tarifa normal para ir al Fateh Sagar) diciendo que nos vamos a otro hotel porque unos amigos nos están esperando, ya que intentan colocarnos con insistencia transporte hacia el aeropuerto. De forma acelerada cargamos los equipajes en los transportes y urgimos a los conductores para que inicien la marcha; la basura se la han llevado ya pero su estigma perdura aún en el aire.

En 5 minutos estamos ante el hotel que nos alojará durante las siguientes tres noches. Se trata del Ram Pratap Palace (http://www.hotelrampratap.com/), situado a orillas del Fateh Sagar, uno de los lagos que rodean Udaipur. El edificio que alberga las habitaciones se emplaza en un lado de la calle mientras que al otro existe un jardín con cenadores que ofrece una panorámica impresionante del lago. La zona es tranquila, lo suficientemente alejada del bullicio del centro pero a un corto paseo en tuk tuk del mismo. Pagaremos 8000 INR – 133,33 por 3 noches en cada habitación doble con aire acondicionado, y con el desayuno y la comida o cena (a elegir) incluida en el precio.


Mientras esperamos a que preparen el resto de habitaciones ocupamos una de ellas y nos congratulamos por haber elegido este lugar. Las vistas al lago desde las son espectaculares y las habitaciones son suelos de mármol blanco están impolutas con enormes bañeras en los cuartos de baño. El grueso del grupo nos ponemos en marcha para irnos al centro pero Javier y Alberto deciden quedarse en el hotel para descansar un rato.

Antes de iniciar la ruta por los mercados tradicionales de Udaipur (Bara Bazaar-oro, plata, textil, Mochiwada-calzado, Mandi-especias) pasamos por el Govindam Palace, a recoger una linterna que se ha olvidado Óscar en la habitación que ocupaba. Sin problemas nos lo devuelven, está claro que en la India también hay mucha gente honrada y honesta, no se puede generalizar nunca, y sobre todo para lo malo. El resto de la mañana lo pasamos paseando por la zona más turística de la ciudad y por otras zonas menos conocidas por los viajeros y en las que los habitantes de Udaipur hacen su vida normal y compran aquello que necesitan.


Curioseamos por los bazares, probamos algún dulce en puestos callejeros dónde hombres con enormes palos de madera remueven sartenes dónde tuestan almendras molidas, nos interesamos por los productos típicos de la ciudad (zapatos de cuero, marionetas, telas…). Nos dejamos llevar ante el gentío y el bullicio del que hacen gala todas las ciudades indias que hemos visitado, y dónde Udaipur no es la excepción.


Y nos quedamos atónitos al toparnos con un enorme elefante montado por un indio en medio de las calles de la zona antigua. El paquidermo es sencillamente enorme y a su lado los hombres y las motocicletas parecen enanos frete a Goliath. Incluso observamos una comitiva que no sabemos lo que celebran pero que está encabezada por un camellos, una banda de música, carrozas, un hombre montado a caballo blanco con un niño pequeño que lo acompaña en la montura y una estela de mujeres descalzas ataviadas con túnicas naranjas que entonan cánticos en la lengua natal.


A través del teléfono móvil quedamos con Javier y Alberto en el Hotel Poonam Haveli (http://www.hotelpoonamhaveli.com/), que ya conocen de la noche anterior por haber estado en su azotea tomando unas cervezas. Mientras esperamos a que lleguen pedimos a un empleado del hotel que nos muestre la suite 007, así llamada en honor a James Bond y a su película “Octopussy” que fue rodada parcialmente en la ciudad.

El hotel ha sido remozado recientemente y la pintura blanca deslumbra ante nuestros ojos. La azotea cubierta ofrece una panorámica espléndida, desde las alturas se domina el lago Pichola, el palacio del lago (hotel de lujo en medio de las aguas al que sólo se puede llegar en embarcación, y famoso también por acoger escenas de la famosa película del agente 007) y los edificios y casas de la ciudad que se apiñan en las orillas y dónde el color blanco es el que prevalece entre ellas.


Ha comenzado a llover, el agua cae de manera intensa y Nacho que se había quedado rezagado haciendo compras llega empapado. Udaipur aparece como una joya en el fondo de un estanque, brillando con luz propia, mientras montañas completamente verdes la rodean desde todos los puntos cardinales con sus cimas diluyéndose entre las nubes bajas y la bruma.


El ímpetu del monzón se detiene y después de la comida nos da una tregua para que podamos pasear por la zona cercana al lago, dónde al igual que en Varanasi pero a menor escala, existen zonas de ghats con escaleras que dan directamente al agua. Atravesamos la superficie líquida en una zona en la que su extensión se acorta y callejeamos por la otra orilla en lo que parece ser otro barrio menos turístico en el que se alternan fachadas de hoteles de categoría con viviendas y tiendas más modestas.

Nos acercamos a un ghat dónde algunos indios disfrutan de un baño vespertino aprovechando la coyuntura para enjabonarse y quedarían limpios como patenas de no ser por el agua turbia y marrón en la que chapotean. Desde este punto se tiene una vista excelente del palacio del lago, que alberga un hotel de lujo y que pasó a la historia por la película “Octopussy” protagonizada por el espía británico más famoso de la historia del cine.


Nos reunimos con Javier y Alberto que han optado por navegar un rato por internet y vivimos un nuevo episodio de surrealismo tratando de contratar tuk tuk que nos lleven al hotel. Piden precios desorbitados a lo que reaccionamos llevándonos el dedo índice a la frente y diciendo, “Tú estás loco”. Nos hemos curtido con el paso de los días y es difícil que paguemos por algo precios que sean una estafa a ojos de cualquiera. Hemos aprendido a ser algo mezquinos y déspotas para evitar ser desplumados varias veces todos los días, porque en el fondo para la mayor parte de la gente que vive del turismo no somos más que euros andantes.


Menos mal que en el hotel no hay asedio posible y el personal, servicial al máximo, hace que disfrutemos de nuestra estancia. La cena la tomamos en el restaurante rodeado de jardines y cenadores que se iluminan con velas y candiles, cruzando la calle del edificio principal. Este recinto del hotel da la bienvenida a los huéspedes con una colección de coches clásicos de corte británico que parecen querer transportarte al lujo vivido por los ingleses durante la época colonial.


Todos hemos bajado a cenar, excepto Isabel que se encuentra cansada y se queda en la habitación y degustamos sopas de verduras y pollo asado al horno servido en humeantes bandejas de madera con guarnición de verduras al vapor. La cena resulta gratificante y reponedora, por la calidad de la comida y por el entorno. Y además de todo eso, los mosquitos que amenazaban con darnos la velada, ni han asomado por la zona del jardín. Supongo que las espirales que queman los empleados del hotel para repelerlos han funcionado a la perfección. Ni siquiera alguna bocina estridente de los tuk tuk que pasan por la carretera próxima pueden distorsionar la melodía de grillos y ranas que nos relaja preparándonos para el sueño.


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