lunes, 27 de diciembre de 2010

EN BUSCA DE JAISALMER, LA CIUDAD DORADA

Martes, 10 de agosto de 2010

Dormir en las literas del tren nos proporciona el descanso suficiente. Al despertar a través de las cristales de las ventanas oscurecidos por el polvo, se constata el cambio de paisaje; desierto, matorrales bajos y algún que otro ciervo que observa impertérrito el paso del convoy.

Una vez que nos hemos espabilado Isabel y yo nos dedicamos a explorar el tren; hacemos una visita a nuestros compañeros en su compartimento privado de 1AC y nos acercamos a curiosear el vagón de Sleeper; un compartimento de categoría inferior dónde viaja la gente india de menor poder adquisitivo. En este tipo de vagones no hay aire acondicionado lo que obliga a llevar las ventanas abiertas para que el ambiente se ventile, pero esto también propicia que una nube de polvo invada el interior y la atmósfera se convierta en irrespirable, la gente se tapa nariz y boca con pañuelos y apenas se ve cinco metros más allá.


A poco rato de alcanzar nuestro destino el tren se detiene y gran cantidad de viajeros nativos aprovechan para bajar al andén y comprar comida para el desayuno en los puestos dónde se cocina la comida en el acto. Preferimos permanecer en el vagón y recibimos la visita de comisionistas de los hoteles de Jaisalmer, que buscan colocarnos en sus alojamientos.

Al llegar a la estación dejamos nuestros equipajes en la consigna, a cambio de unas pocas rupias lo que nos permitirá movernos más cómodamente para buscar hotel y recorrer la ciudad; este servicio que ofrecen las estaciones ferroviarias en la India permite mucha libertad a los turistas y viajeros. La estación de Jaisalmer es distinta a las que hemos visto hasta ahora; muchas menos vías y menos andenes, además de estar menos masificada y más limpia. Una vez superado el asedio de comisionistas en la entrada principal conseguimos transporte en tuk tuk que nos lleve al centro, ya que la estación se ubica en las afueras.


Pedimos que nos dejen en la entrada principal que da acceso al recinto amurallado que encierra en su interior la ciudad antigua. Subiendo una rampa se accede a una zona de calles escarpadas y estrechas, con arcos y elevados muros, todos ellos construidos con piedra de color ocre que caracteriza a la llamada ciudad dorada, que como toda ciudad fortificada, se eleva sobre una loma desde dónde se domina la llanura desértica. Llegamos a la plaza principal dónde nos metemos en un pequeño local en busca de algo que llene nuestros estómagos, es tarde para desayunar pero temprano para comer, así que mientras aliviamos el hambre Javier se da una vuelta por los alrededores inspeccionando posibles alojamientos.


Cuando terminamos nos reunimos con él y sondeamos el Hotel Raj Mandir, del que teníamos buenas referencias a través del foro de la Lonely; el propietario, un hombre desmesuradamente orondo para lo que es normal en la India, nos ofrece las habitaciones dobles a 2000 INR cada una. El sitio está limpio y con buenas vistas desde las habitaciones, así que le decimos que volvemos en un rato con nuestros equipajes y que nos quedamos con las habitaciones.

Y eso hacemos, recoger los equipajes en la estación de tren, echar un ojo a otro hotel que Nacho quería ver, pero que está situado fuera del recinto amurallado en una zona que no nos convence y volver al Raj Mandir. Pero cuando llegamos resulta que una de las habitaciones se la ha alquilado a otras personas, nos ofrece a cambio una cuádruple. Discutimos porque no es lo acordado e intenta colocarnos en habitaciones de un hotel contiguo (Garh Jaisal), compinchado con el dueño del mismo. Nacho dice que se queda con Alberto y toman posesión de una habitación.

Las chicas, ajenas a todo el tema, están dando una vuelta por la ciudad, así que Javier decide acercarse a preguntar en otro hotel que ha visto antes, limpio y a precios razonables. Cuando vuelve y confirma que hay habitaciones nos vamos y dejamos a nuestro obeso amigo, compuesto y sin novia. Se lo decimos a Alberto, pero dice que tiene que esperar a Nacho, que ya se está duchando. Así que nos trasladamos al Hotel Mid-Fort regentado por una familia de chicos jóvenes muy agradables (al lado del Desert Boy´s Guest House, y de los mismos dueños), dónde la habitación doble con aire acondicionado o con vistas, cuesta 600 INR – 10 €.

Al poco rato llega Alberto y detrás de él Nacho, descalzo y empapado por la lluvia que ha comenzado a caer. Parece que se ha duchado por partida doble, en el hotel de forma gratuita, y otra vez en la calle, también sin coste adicional. Después del episodio vivido decidimos asearnos y descansar en nuestras habitaciones.

Por la tarde arreglamos con la gente del hotel la excursión en camello (realmente son dromedarios) que queremos hacer al día siguiente al desierto; buscamos algo que sea lo menos turístico posible y el plan que nos exponen nos convence, pagaremos 1400 INR – 23,33 € por un día y medio de excursión, incluyendo transportes, comidas y una noche en las dunas de arena.

Con este asunto resuelto decidimos caminar por la ciudad, pero apenas hemos andado 10 metros de la puerta del hotel cuando nos encontramos con una chica española y entablamos conversación. Nos dice que en el Norte del país ha habido inundaciones y se han producido desapariciones de turistas españoles, alguno incluso ha fallecido. Si no nos lo llega a decir ni nos habríamos enterado, es lo que tiene estar de vacaciones desconectados del mundo en el que vivimos.

Las calles del centro de Jaisalmer son estrechas, están empedradas y parecen un campo de minas de excrementos de vaca ya que abundan y es más que probable cruzarse con estos animales en cualquier callejón angosto. Mientras las chicas se dedican a las tiendas (el cuero es la especialidad de la zona) los chicos nos dedicamos a pasear observando los edificios de piedra dorada con balconadas profusamente decoradas y alguno de los templos jainistas que el corazón de la ciudad alberga. Abandonamos la zona amurallada, contemplamos maravillados alguna de las havelis (casas con varios siglos de antigüedad, que pertenecen a una familia), curioseamos en las tiendas de cuero y compramos camisas de manga larga de lino para protegernos del sol del desierto al día siguiente.


Volvemos al hotel dónde nos encontramos con las chicas y compramos pañuelos para proteger nuestras caras de la arena del desierto en la travesía que haremos a lomos de los dromedarios. En un PCO próximo al hotel todos llamamos a nuestras familias para tranquilizarlas, y decirles que estamos bien, las inundaciones han afectado a otra parte del país, lejos de dónde nos encontramos.


Con noche cerrada y sin iluminación en las calles es muy importante llevar alguna linterna cuando te mueves por el casco antiguo de la ciudad o corres serio peligro de meter el pie entero en una boñiga de vaca. Buscamos restaurante italiano para cenar. El primer intento es fallido, la terraza está llena de mosquitos y las escaleras de acceso precisan que seas escalador profesional para remontarlas. Así que abandonamos la zona amurallada y nos dirigimos extramuros dónde nos decantamos por un local, no reconocido en la guía pero que se ubica sobre un hotel de aparente buena pinta.

La comida es bastante normal y aparte de que nos quieren colar cerveza de otra marca cuando hemos pedido expresamente Kingfisher las vistas desde la azotea del edificio son espectaculares, con la ciudad amurallada de fondo. Nos preguntamos porqué no la iluminarán, le daría un plus superior a la panorámica nocturna. Mañana será un día duro y excitante, así que nos ponemos rumbo al hotel temprano, ascendiendo de forma lenta y cansina por las sinuosas y empinadas calles. Nos gusta la tranquilidad de Jaisalmer y la menor masificación que hay en comparación con Delhi o Varanasi, además de ser una ciudad con encanto.


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