lunes, 27 de diciembre de 2010

EPÍLOGO

Hemos pasado tres semanas recorriendo el estado de Rajastán y ciudades como Delhi, Agra y Varanasi para completar un viaje de tres semanas. A lo largo de este itinerario la India se ha mostrado ante nosotros polifacética y nos ha escenificado la variedad de contrastes que alberga en su interior.

Lo más significativo es que cada ciudad ha desplegado ante nuestros ojos las características que las hacen diferentes del resto y han conseguido que queden grabadas en nuestra memoria para siempre, imborrables imágenes como señas propias de identidad, unidas indefectiblemente a las mismas.

India es un país para ir sin prisa, para saborear cada momento y no obsesionarse con lo que se planifica, porque es tan caótica que puede arruinar cualquier ruta o itinerario que se tenga diseñado de antemano. Y sobre todo para tener paciencia, y tomarse las cosas con mucha filosofía porque los comisionistas y vendedores a sueldo tratarán por todos los medios de llevarte a su terreno y su insistencia se puede convertir en una verdadera pesadilla. El mejor consejo que se puede dar es tomarse todo como un juego, y no dar demasiada importancia a las cosas porque se puede salir escaldado.

Y algo realmente impactante es el nivel de pobreza que se extiende por el país y que contrasta enormemente con los grandes lujos que algunos de sus habitantes se pueden permitir, llevando hasta el extremo más radical la diferenciación entre la clase rica y la pobre (la inmensa mayoría). Suciedad, suciedad y más suciedad puede ser el resumen más rápido que se pueda hacer de las calles, de las ciudades…

Si se es muy impresionable o demasiado escrupuloso se debería pensar en otro destino para pasar las vacaciones o se puede correr el riesgo de desear que el viaje termine para volver a la seguridad que a todos nos ofrece nuestro propio hogar; a nadie le resulta agradable contemplar pobreza, miseria, indigentes deambulando por las calles, tullidos, lisiados, niños que mendigan y huérfanos que duermen a la intemperie… Nos hemos topado con gente humilde pero muy honesta y a pesar de ello la impresión generalizada es que el personal que vive del turismo tiene poca consideración hacia los que visitan la India en busca de la supuesta espiritualidad que rezuma esta nación y distorsionan esa imagen virtual que se podría tener de sus gentes.

Nada más acabar el viaje, tenemos un sabor agridulce del mismo y las cosas que menos nos han gustado de la India pesan más en nuestra particular balanza a la hora de juzgar la experiencia. Habiendo reposado la vivencia en nuestras mentes y después de analizar lo que nos han aportado estas tres semanas de travesía a nivel psicológico y espiritual agradecemos la oportunidad que hemos tenido para poder disfrutar de esta aventura en un país que nos ha enseñado muchas cosas.

Y sobre todo, perdurará el agradecimiento a los compañeros del viaje India 2010, sin los que la aventura no habría sido posible tal y como sucedió.



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