lunes, 27 de diciembre de 2010

EXPLORANDO JAIPUR, LA CIUDAD ROSA

Domingo, 08 de agosto de 2010

Hoy no tenemos hora para levantarnos, de hecho no hemos planeado de manera milimétrica lo que vamos a hacer en Jaipur, improvisaremos sobre la marcha. Exploramos el hotel Umaid Mahal (http://www.umaidmahal.com/) que es una antiguo palacio rajastaní restaurado dónde la limpieza y el buen gusto se imponen, por un precio más que aceptable ya que la habitación doble con desayuno nos cuesta 1800 INR – 30 €. Las habitaciones cumplen con cualquier estándar europeo y sobresalen por el exquisito gusto en la decoración con muebles de madera y camas con dosel.

A medida que nos vamos despertando accedemos al restaurante para tomar un desayuno potente, mientras observamos la recargada decoración y el techo copado de espejos de la estancia, frente a nosotros una pequeña piscina a la que seguro daremos uso. Después de dejar la ropa sucia en la recepción para que la manden a la lavandería inspeccionamos los alrededores del hotel y encontramos un establecimiento de masajes ayurvédicos, dónde reservamos hora para la tarde.


Después de coger una guía en el hotel y asesorarnos mediante sus empleados de los precios habituales de las carreras de los tuk tuk por la ciudad salimos a la calle y negociamos el transporte. Intentamos gestionar un puerto USB para tener conexión en el portátil de Nacho pero al parecer es difícil conseguir uno si no se tiene tarjeta de residencia del país y los vendedores tratan de sacar partido de la situación haciendo un cambalache al ponerse ellos como usuarios. No lo vemos claro, por lo que desistimos.

Pedimos que nos dejen en Panch Batti, zona céntrica y que tiene, a pocos metros caminando, la entrada a la ciudad antigua y el famoso cine Raj Mandir, al que echamos el ojo. Después de sacar dinero de un cajero acordamos con los tuk tuk un recorrido y horario para el día siguiente, que nos llevará a Amber y Galta. Con el asunto solucionado, les decimos que hoy preferimos caminar y rehusamos de sus servicios para el día de hoy.

Paseando por las amplias avenidas de esta zona de la ciudad comprendemos perfectamente la dimensión que alcanza Jaipur, como capital de Rajastán, y centro político y económico de la región. A través de enormes puertas porticadas pintadas de color rosa se accede a la ciudad antigua. Deambulamos por la zona de los bazares dónde se venden todo tipo de cosas, para los turistas y para la vida diaria de las gentes de la ciudad lo que nos permite apreciar lo diferente de las costumbres indias. Siguiendo la ruta a pie que marca la Lonely por la ciudad vieja, recorremos el barrio de los marmolistas (Khajane Walon ka Rasta) pudiendo apreciar sin ninguna traba como desarrollan su trabajo en los talleres abiertos a la calle.


Continuando la marcha alcanzamos Choti Chaupar y el bazar de Kinshanpol. Somos testigos de algo curioso, como se rinde pleitesía a una rata moribunda que trata de cruzar la calle y la detención del tráfico para que pueda hacerlo sin peligro, seguramente se trate de seguidores de la religión jainista (en la que tienen prohibido hacer daño a los animales). Es interesante recorrer el bazar y perderse por callejones que conducen a rincones sin salida. Al final del mismo nos topamos con los puestos de venta de flores, dónde decenas de hombres se afanan en la fabricación de collares con las mimas seguramente para emplearlos como ofrenda ante alguna deidad. Por un momento la fresca fragancia del lugar invade nuestras fosas nasales y ocupa el lugar que hasta ahora llenaban los olores a suciedad y miseria.


Atravesamos una puerta coronada por tres arcos desde dónde accedemos a la ciudad vieja, con la mayor parte de las edificaciones de color rosa, que es la característica más conocida de Jaipur. Accedemos al Jantar Mantar, un enorme y monumental observatorio astronómico del siglo XVII, dónde a través de las explicaciones de un guía de habla española que contratamos, nos ofrece la posibilidad de recrearnos y conocer los fundamentos empleados en la construcción de los elementos y aparatos. No deja de sorprendernos la capacidad humana para el estudio, la investigación y la innovación hace cientos de años. Desde el propio observatorio obtenemos vistas espectaculares de las lomas que rodean Jaipur coronadas por varios fuertes (Amber, Jaigarh…) y una vista de la fachada posterior del Hawa Mahal o palacio de los vientos.


Al abandonar el recinto y tras agenciarnos transporte motorizado nos dirigimos a un restaurante italiano que recomienda la Lonely, se trata del Little Italy (http://www.littleitaly.in/restaurants.html, K.K Square, C-11, Prithviraj Rd.). En la India no importa a qué hora quieras comer, las cocinas de los locales siempre están abiertas y nosotros estamos cogiendo la mala costumbre de hacerlo tarde. Son las 16.30 cuando nos sirven los estupendos platos de pasta y canelones que hemos pedido, pero ha merecido la pena la espera. Comida italiana de calidad a precios muy inferiores al estándar europeo.

De vuelta al hotel y tras comprobar que éste se encuentra en una zona privilegiada de la ciudad, con calles relativamente limpias, zonas verdes y ausencia de mendicidad, entregamos a gente que pide limosna por la calle, apostados en un semáforo, los restos de comida que nos han empaquetado cuidadosamente en el restaurante. Es imposible poder calmar el hambre de todo el que nos solicita ayuda.


A excepción de Óscar y Javier el resto nos dirigimos al local de masajes ayurvédicos dónde contratamos una sesión de hora y media por un precio de 1.500 INR – 25 € cada uno. El local está limpio y el ambiente es el ideal para recibir un masaje de este tipo, cabinas individuales con luces tenues y música de meditación hindú nos acompañan durante la experiencia. Se comienza por un masaje en el cuero cabelludo que te aplican sentado para luego tumbarte, y después de extender aceites aromáticos calientes por todo el cuerpo, más que masajear, acarician toda la musculatura del cuerpo. Desde luego una opción más que recomendable, la relajación es absoluta provocando el sueño sobre las camillas en las que yacemos.

En el hotel algunos aprovechan a tomar un baño refrescante en la piscina, lo que produce alguna situación cómica, ya que tenemos que pasar en albornoz (que facilita el establecimiento en cada habitación) por el comedor dónde la gente cena y nos mira sorprendidos. No hay otra forma de acceder a la piscina que no sea ésta, siendo centro de miradas indiscretas.

No nos acostamos muy tarde porque al día siguiente hay que madrugar, ya que a a las 08.00 nos vendrán a recoger los conductores de los tuk tuk para visitar las zonas próximas a la ciudad.


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