lunes, 27 de diciembre de 2010

PRÓLOGO

Cuando uno se plantea viajar a la India y sólo dispone de tres semanas de tiempo para visitar el país, se siente abrumado por la inmensidad del mismo (prácticamente un subcontinente) y se es consciente de que habrá que seleccionar lo que se quiere ver.

Queríamos centrarnos en la zona norte y después de varias cábalas iniciales, por unos u otros motivos de encaje de itinerarios, descartamos visitar la zona de Leh, la zona del Himalaya (Darjeeling) y hacer una escapada al limítrofe Nepal.

Por lo tanto configuramos una ruta clásica por el Rajastán que también nos llevaría a visitar la capital Delhi, la ciudad del Taj Mahal (Agra) y a realizar una escapada a las orillas del Ganges para conocer Varanasi. En líneas generales, esto es lo que nos ibamos a encontrar:

Itinerario planificado
Delhi: Metrópoli y capital del país, desconcertante, superpoblada con aglomeraciones de gente y de tráfico, pero sobre todo con mucha historia y algunos puntos de especial interés. Fuertes, mezquitas y el lugar en el que vive la llama eterna de Gandhi.

Varanasi: Corazón del universo hindú, contacto entre el plano físico y espiritual, y a orillas del sagrado Ganges como símbolo de salvación con sus ghats que muestran rituales de vida y muerte a la vista de todos. La ciudad se puede definir como mágica y sobrecogedora.

Agra: Con antepasados mongoles y a orillas del río sagrado Yamuna, en medio de una destartalada ciudad, se levanta la tumba más hermosa jamás construida, el Taj Mahal. Levantarse antes del amanecer y ver cómo el sol va iluminando sus bulbosas cúpulas debe ser uno de los objetivos innegociables de todo primer viaje a la India.

Jaipur: Conocida como la ciudad rosa y capital del Rajastán, caótica y congestionada, en ella abundan los bazares y asombrosas fortalezas en las colinas cercanas deslumbran a los visitantes. Ascender a lomos de un elefante al cercano fuerte de Amber es uno de sus atractivos. Y el Rajmandir, que pasa por ser el cine en hindi número uno en toda la India, uno de los iconos de la ciudad.

Jaisalmer: También llamada la ciudad dorada, dónde su impresionante fuerte emerge como un castillo de arena, símbolo viviente del desvanecido poderío del desierto del Thar. Ofrece una ciudad amurallada de ensueño, con havelis (mansiones tradicionales), templos jainistas y paseos a lomos de un camello por las dunas de arena.

Jodhpur: La ciudad azul, como es conocida, representa el caos y la suciedad pero es imperdonable dejar pasar la ocasión de visitar el fuerte más imponente de la India. La fortaleza de Mehrangarh surge de debajo de un enorme precipicio rocoso para dominar la antaño indómita “ciudad azul” de los rajputas.

Ranakpur: En un remoto valle, denso y profundo, situado al norte de Udaipur, emerge uno de los complejos de templos jainistas más grandes e importantes de la India. El templo principal es un edificio de mármol blanco dónde un bosque de 1.444 columnas diferentes dibujan 29 salas que asombran al visitante con sus relieves y esculturas.

Udaipur: Representa el Rajastán más romántico y se conoce con el sobrenombre de la Venecia de Oriente. Edificios de tonos crema y color marfil abundan entre lagos rodeados por un anfiteatro de montañas. Navegar en barca por el lago Pichola y asombrarse con el palacio que emerge de sus aguas no se puede pasar por alto.

No hay comentarios:

Publicar un comentario