lunes, 27 de diciembre de 2010

LA CIUDAD AZUL A VISTA DE PÁJARO

Sábado, 14 de agosto de 2010

Hoy hemos decidido relajarnos y disfrutar de Jodhpur desde otro punto de vista. Desayunamos en el hotel, tranquilamente y sin prisa en la azotea con vistas al fuerte. El clima ha mejorado y aunque aún se ven nubes en el cielo no está tan cerrado con el día anterior. Tenemos que hacer un par de gestiones para trasladarnos hacia Udaipur y posteriormente alojarnos en esta ciudad pero decidimos dejarlo para la tarde.


Caminamos hasta la torre del reloj dónde fijamos un lugar y una hora aproximada para encontrarnos a la hora de la comida. Nos reuniremos en hotel Pal Haveli (http://www.palhaveli.com/) para comer en uno de sus restaurantes. Por un lado se marchan Fátima, Marta y Nacho que piensan pasar el día en el mercado de Sardar y por otro nos vamos el resto, vía tuk tuk hacia el fuerte de Mehrangarh.

Para acceder al punto dónde se contrata la actividad de las tirolinas es necesario internarse en el recinto del fuerte pero al llegar a la empinada rampa de piedra que conduce a la puerta principal las indicaciones te desvían, caminando entre edificaciones anexas a la fortaleza. Se atraviesan unos frondosos jardines que esconden en sus entrañas el local dónde se puede contratar la actividad. Nos recibe un chico anglosajón que nos explica las tarifas y las condiciones de la actividad (http://www.flyingfox.asia/). La empresa está regentada por occidentales y eso se nota en la forma de llevar el negocio, la limpieza de las instalaciones y de un rápido vistazo nos tranquilizamos al ver el material a emplear; arneses y mosquetones europeos en perfecto estado de uso. Así que lo tenemos claro, vamos a surcar el cielo de Jodhpur!!!. 1200 INR – 20 € por persona tienen la culpa.

Tenemos tiempo libre hasta el comienzo de la actividad por lo que paseamos por los jardines pertenecientes a la fortaleza disfrutando del frescor del lugar, de su calma y de las vistas de la ciudad azul que nos proporciona.


A la hora fijada nos colocan el material y nos hacen una pequeña demostración práctica en un junto a las oficinas, que recrea a pequeña escala lo que nos vamos a encontrar, y aunque amenaza lluvia al final el tiempo nos respeta. Y de aquí a la primera etapa, en la que nos acompaña una familia de indios. En todo momento dos monitores, uno en cada extremo del cable, nos tutelan y asesoran sobre los movimientos y acciones a realizar.

El primer tramo por el que nos descolgamos recorre la muralla de la fortaleza y los jardines que hemos visitado hace un rato. Nos sirve para tomar contacto y adaptarnos al arnés y a la mecánica de la tirolina. En la segunda etapa nos quedamos a solas con los monitores, la familia india ha contratado el paquete de una etapa, así que vamos a estar en familia.

Las bases de salida y llegada de las distintas etapas (hasta un total de seis) se intercalan entre las murallas del fuerte, sus pasadizos (hasta murciélagos podemos observar en ellos) y espacios de campo abierto. Apenas hay que caminar para trasladarse de una a otra y los vuelos colgados del cable nos ofrecen una panorámica espectacular de la fortaleza, como colgada de la escarpada loma, de varios embalses de agua a nuestros pies y a modo de lienzo y cubriendo la línea del horizonte las casas teñidas de color azul de la ciudad.

A medida que avanzamos entre las diferentes etapas los monitores nos cuentan curiosidades de la fortaleza y de la fauna que habita el lugar, incluso podemos observar algunos ejemplares de martín pescador que se ciernen sobre las aguas que fluyen a nuestros pies en busca de peces. Disfrutamos como enanos lanzándonos con las tirolinas pudiendo observar este enclave desde un lugar tan privilegiado.


Abandonamos la fortaleza comentando la experiencia que acabamos de vivir, pero pronto la tranquilidad llega a su fin. Nos toca buscar tuk tuk para descender hasta la ciudad, estamos cansados así que se lo advertimos con claridad. Haznos un precio razonable, estuvimos ayer aquí y sabemos lo que cuesta la carrera. Los conductores parecen querer mantenerse firmes y no rebajar el precio. Sólo tenemos que darnos la vuelta y empezar a caminar. De acuerdo, nos vamos andando. No hemos dado ni dos pasos cuando se oye a nuestras espadas, OK, 70 rupees.


En uno de los laterales de la plaza de la torre del reloj, en el que se ubica el puesto callejero especializado en hacer tortillas, se levanta un edificio de varias plantas que alberga el Hotel Pal Haveli. En el interior un enorme patio distribuye a los visitantes a las distintas zonas que lo componen, únicamente necesitamos seguir los carteles hacia el restaurante situado en la planta alta. En el interior nos esperan nuestros compañeros, sentados en una mesa adornada con mantel y cubertería limpia; está claro que el restaurante es de calidad.


Mientras intercambiamos impresiones de lo que nos ha deparado la mañana pedimos la comida que nos sirven de forma rápida y eficiente dentro del salón elegantemente decorado con mobiliario rústico de maderas oscuras. Tenemos ganas de comer carne por lo que nos repartimos entre el cordero (cocinado con dos tipos de salsas distintas en las que abundan los frutos secos) y el pollo tandoori, además de chapati y arroz biryani como acompañamiento.

La comida nos sabe a gloria, en un lugar con un servicio exquisito y con un comedor pulcro, limpio y finamente decorado. Para acabar tomamos lassi de postre, y no podemos resistir la tentación de probar la especialidad local de Johdpur, el lassi de azafrán, que es servido muy frío en copas alargadas.

Una vez que hemos terminado de cenar el grupo se vuelve a escindir, las chicas quieren comprar té y dar una vuelta por las tiendas de especias, que son un torrente de colores y olores que se mezclan para deleite de los sentidos. Los chicos gestionamos el transporte para el día siguiente, queremos ir a Udaipur en coche, por lo que pedimos precios en una agencia de viaje justo enfrente de la salida del hotel procurando no dar pistas de dónde nos alojamos. También tenemos que conseguir hotel, por lo que nos buscamos uno de los cientos de cybers que abundan en la zona turística para realizar los trámites oportunos. El hotel que nos interesa sólo dispone de habitaciones libres a partir de pasado mañana, pero de todos formas dejamos la reserva hecha. Más tarde nos agenciamos otro para la noche del día siguiente.


Una vez reagrupados casi todos deciden volver al hotel para descansar, ver internet y de paso, tantear a Manish para el transporte del día siguiente. Isabel y yo queremos darnos un paseo por la zona vieja de la ciudad por lo que caminamos entre callejones animados por el gentío que hace sus compras. En la India, casi todo el mundo es comerciante y dispone de una pequeña tiendecita dónde vende todo tipo de objetos que no tienen cabida en nuestra cultura. Nos perdemos entre ellas y preguntamos curiosos por aquello que ofrecen: aceite de mantequilla, leche envasada en recipientes metálicos, ofrendas florales…

Cuando regresamos a nuestro hotel nos encontramos con los demás que están terminando de cerrar el trato con Manish para el transporte en coche hacia Udaipur. Al parecer se quería descolgar con un precio bastante alto, y le han parado los pies diciendo que nos habían ofrecido el servicio más barato en una agencia de viajes enfrente del Pal Haveli. Manish telefonea a la agencia y comienza a hablar en indio. Al colgar, nos dice que nos hará una oferta mejor que la de la agencia; 2.500 INR – 41,66 € por cada coche con aire acondicionado. El precio incluye transporte hasta Ranakpur para visitar los templos jainistas, y luego desplazamiento a Udaipur (en total unos 270 km de ida, más otros tantos de vuelta de los taxis a su ciudad de origen, que también hay que abonar).

Mientras cenamos algo ligero en la azotea, contemplamos por última vez la impresionante silueta de la fortaleza de Mehrangarh, recortándose sobre el oscuro cielo. Mañana a las 08.00 comenzaremos el viaje, por lo que habrá que dejar casi todo preparado antes de irnos a dormir.


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