lunes, 27 de diciembre de 2010

ACABA LA AVENTURA CON UN SUSTO INESPERADO


Sábado, 21 de agosto de 2010

Las alarmas de los móviles comienzan a sonar a las 03.30 y nos ponemos todos en pie simultáneamente. Recogemos la pocas cosas que tenemos en la habitación y nos aseamos y a las 04.00 estamos en la puerta del edificio dónde nos acompaña en chico ruso de recepción, en espera de la furgoneta.

La temperatura es baja, apenas 10-12 grados y Javier, que viste bañador y chanclas, aguanta estoicamente el frío mientras que el chaval del hotel, ataviado de guisa parecida parece ignorar el frío, evidentemente está acostumbrado a él.

Con quince minutos de retraso llega el transporte, una enorme furgoneta tipo minibús dónde nos sobran plazas y que es conducida por el prototipo de hombre ruso, de gesto seco y gran corpulencia. El chico del hotel se encarga de pagarle y de dar las indicaciones oportunas, mientras que el conductor no abre la boca en ningún momento.

De forma ágil cruzamos la ciudad que muestra ante nuestros ojos los edificios cargados de historia iluminados artificialmente y testigos mudos del escaso tráfico que circula por las amplísimas avenidas. En el aeropuerto facturamos el equipaje entremezclados con un grupo de chavales rusos, al parecer miembros de un equipo de fútbol.

Y pasamos el trámite del control de pasaportes donde los operarios examinan hasta el último pliegue de la cara de todos nosotros comprobando la coincidencia con las fotos del pasaporte; Isabel tarda un rato más, porque al llevar gafas no encuentran similitud con la imagen del documento y eso hace que la miren detenidamente.

Gastamos el remanente de rublos en una cafetería del aeropuerto tomando un desayuno de precios prohibitivos, como es habitual en estos sitios y acabamos de pulir la poca moneda local que nos queda en alguna tienda del Duty Free dónde adquirimos algún vodka de marca rusa y chocolates típico de la ciudad.

El vuelo discurre sin incidencias y algún glotón acepta el catering que ofrecen las azafatas, consistente en una comida completa, a pesar de ser las 12 de la mañana. Y sólo queda recoger el equipaje en Barajas, pero después que las cintas transportadoras se detienen ninguna de nuestras bolsas aparece.

Un mozo del aeropuerto nos confirma que ya han salido todas las del avión procedente de Moscú. No me fastidies que los indios van a tener razón con la “prediction” y las maletas se han perdido. A las chicas les entran sudores fríos pensando en toda la seda extraviada dando vueltas en las bodegas de alguna aeronave. Y justo en ese momento aparece una chica, compañera del mozo, que nos dice que si somos pasajeros de Aeroflot en espera de nuestro equipaje. Al parecer las maletas llegaron en el vuelo de la noche anterior. Mira que le dijimos a la señora en el Sheremetyevo que las metieran en nuestro vuelo, no en el de la noche.

En la sala de reclamaciones nos informan de que han llegado seis bultos custodiados en una sala de la T-2 y hay dos maletas que faltan, la mía (salió de Moscú y se debe de haber extraviado) y la de Nacho, que según el sistema informático (infalible nos dice el operario) no ha salido de Moscú. Ponemos la reclamación correspondiente y dejamos nuestros datos de contacto para que nos las envíe el aeropuerto de Barajas, en el caso de que aparezcan. Alberto se lamenta de que no sea la suya una de las extraviadas porque se frota las manos pensando en las indemnizaciones a cobrar de los seguros que tenemos contratados.

Mientras caminamos hacemos especulamos sobre lo que ha podido pasar: Lo más probable es que metieran todas las maletas en el avión, son ocho bultos idénticos y no los habrán separado. Atravesamos la puerta de salida que da a la zona de la T-1 en la que un tumulto de gente espera a los viajeros y entre la muchedumbre detectamos a algunos de nuestros familiares a los que explicamos el problema y que nos vamos para la T-2 a reclamar los equipajes.

Y cuando llegamos, en un pequeño cuarto empezamos a sacar morcillas de las estanterías: una, dos, tres……..ocho. ¡Hay ocho, están todas!. Todos respiramos aliviados, parece que al final los rusos han sido eficaces y la “prediction” de los indios no ha tomado forma.

Sólo nos queda despedirnos de Isabel y de Nacho que toman sendos vuelos hacia Alicante y Murcia, respectivamente. El resto nos reunimos con nuestros familiares que empiezan a escuchar parte de las vivencias que en el relato han quedado reflejadas.


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