lunes, 27 de diciembre de 2010

EL MONZÓN Y EL IMPRESIONANTE FUERTE DE JODHPUR

Viernes, 13 de agosto de 2010

Desde la última planta del hotel se divisa con claridad el color azul que caracteriza a Jodhpur, segunda ciudad en tamaño del estado del Rajastán. Este color era el representativo de las casas de una de los brahmanes (antiguamente considerados dioses entre los hombres) y fue copiada por el resto de las castas porque se decía que ahuyentaba al calor y a los mosquitos. La sensación que tenemos al otear a nuestro alrededor las azoteas de los edificios (casi todos más bajos que el hotel) es que la ciudad en su zona antigua es caótica y creció sin ningún tipo de eficiencia.

Isabel y yo que al parecer hemos madrugado más que el resto, queremos salir a desayunar fuera y en la puerta del hotel, dentro de una pequeña estancia que hace las veces de agencia de viajes, Manish el dueño de la casa de huéspedes nos saluda. Nos vende las bonanzas para el desayuno de los servicios de un restaurante de su propiedad, recién inaugurado y se ofrece a llevarnos hasta allí en su moto scooter. Seguro que es una experiencia divertida así que nos colocamos los tres sobre la pequeña motocicleta y nos lanzamos a esquivar baches, vacas y vehículos por las estrechas calles del casco antiguo de Jodhpur.

A pocas manzanas llegamos al local, el Jankar Choti-Haveli (Makarana Mohalla), con un acogedor patio con solera de grava en el que se elevan dos grandes árboles. Aunque hay mesas en disponibles en esta zona pasamos al interior del local porque el día amenaza lluvia, y desde que vimos el color plomizo del cielo a primera hora sabíamos que la amenaza de precipitaciones se cernía sobre la ciudad.

No hemos acabado de dar cuenta del desayuno (ensalada de frutas con yogur, tostadas con mermelada, porridge y chai) cuando el monzón comienza a descargar con fuerza y continuidad. Alguno de los chicos empleados del restaurante inician en el patio exterior del restaurante un baile, descalzos bajo la lluvia torrencial, cómo si agradecieran la misma. Durante un rato los miramos, divertidos y entretenidos por la espontaneidad de los chavales.

Pero no para de llover y el nivel del agua empieza a subir en la calle así que nos asomamos a la puerta del patio para ver que la lluvia acumulada debido al ineficiente y colapsado sistema de alcantarillado ha dado lugar a un torrente veloz que llega a las rodillas de la gente que trata de resguardarse o poner a salvo alguna de sus pertenencias. 


No nos queda otra que esperar y así lo hacemos mientras tomamos un té. Afortunadamente la fuerza de la lluvia aminora y en un rato el nivel de agua ha bajado lo suficiente para que el chico encargado del restaurante nos consiga un tuk tuk que trate de llevarnos secos al hotel. En algunas zonas el agua sigue estancada, los sumideros no tragan y casi entra en el habitáculo del vehículo donde reposan nuestros pies. El conductor no nos puede dejar en la propia puerta del hotel porque está inaccesible, así que después de pagarle y darle una buena propia hacemos juegos de equilibrismo para ganar el vestíbulo sin mojarnos.


El resto del grupo ya anda despierto y ha desayunado, pero aún sigue lloviendo por lo que descansamos en las habitaciones a la espera de que escampe. Al poco tiempo parece que la lluvia se detiene así que acordamos ir a visitar el fuerte. Caminamos por los callejones del centro de la ciudad mientras los habitantes de las calles más afectadas tratan de desatascar los sumideros para hacer viable la eliminación del agua estancada. Las calles, a medio asfaltar, se han convertido en un lodazal y hay que mirar dónde se pisa y evitar las salpicaduras de los vehículos que circulan por ellas.


La plaza principal de Jodhpur, centro neurálgico y punto de referencia es la torre del reloj, así llamada por la construcción que se ubica en el centro de la misma. Aquí se da cabida al mercado de Sardar dónde los habitantes de la ciudad realizan sus compras y los comerciantes ofrecen también productos a los turistas. Tomamos transporte en varios tuk tuk hasta el fuerte, situado en lo alto de un paredón de rocas desde el que domina la ciudad, y dónde se llega después de una subida de inclinadas rampas. A medio camino dejamos a la derecha el Jaswant Thada, un cenotafio (monumento funerario en el cual no está el cadáver del personaje a quien se dedica) de mármol blanco cuyo color destaca sobre el resto de las construcciones que se ven en la ciudad.


Los tuk tuk detienen su marcha en un improvisado aparcamiento para este tipo de vehículos que ocupa un descampado a unos 300 metros de la entrada del fuerte, por lo que el resto de la subida lo hacemos a pie. Después de pasar el control nos topamos con las taquillas dónde compramos las entradas y nos programan la audioguía en español, que va incluida en el precio. Nada más comenzar la visita nos reciben las imponentes murallas y paredes de las edificaciones de la fortaleza que se cimentan sobre la propia roca del terreno y alcanzan alturas increíbles. Con razón esta fortaleza nunca fue tomada a la fuerza ya que se consideraba inexpugnable. Salvando las distancias comentamos entre nosotros que guarda cierta similitud con la ciudad de Minas Tirith, de la legendaria trilogía de El Señor de los Anillos.


Con andar cansino y mientras degustamos unos pastelillos comprados en la cafetería que existe en la entrada principal, subimos las rampas adoquinadas que llevan a la puerta principal que da acceso al interior del recinto de la fortaleza. Por estas rampas trataban de subir los elefantes de los enemigos para embestir el portón de acceso, pero justo antes de éste se produce un requiebro que impide que los animales tomaran carrerilla e impulso necesario para derribarla; además pinchos metálicos puntiagudos tachonan la puerta de forma disuasoria. Justo cuando accedemos a la zona de las estancias del palacio la lluvia cesa y podemos guardar los impermeables que nos protegían hasta el momento.


La visita del fuerte incluye un recorrido por las distintas edificaciones dónde se pueden observar sillas de elefante de las que se empleaban en la época de los rajputas, armas, vestimentas, palanquines, tapices,... El fuerte es de propiedad privada y pertenece a los herederos de los antiguos maharajás del clan de los Rathore que gobernaron estas tierras hace siglos hasta que la colonización británica acabó con su jerarquía. El capital privado explica el magnífico estado de conservación y la restauración que se ha llevado a cabo. Es un lugar digno de ver y la audioguía acompaña al turista en todos los puntos clave con explicaciones acertadas y dando detalles de la forma de vida de aquella época esplendorosa.

Durante el tour se van sucediendo estancias a cada cual más sorprendente; salones de té, de recepción de invitados, de juegos, patios de recreo… con elementos de mármol, vidrieras y mobiliario original. Asombra el entramado tallado en piedra que hace las veces de ventana en forma de celosía sobre los balcones, con orificios muy pequeños que permiten la entrada de aire para que se ventilen las estancias a la vez que dejan a los habitantes ver el exterior sin ser vistos, muy utilizado por las doncellas para observar la vida palaciega desde el anonimato.


Una de las zonas más espectaculares del palacio son balconadas colgadas a más de 50 metros de altura que permiten tener una visión panorámica de la ciudad de Jodhpur y Jaswant Thada, cenotafio de mármol blanco. Son impagables las vistas desde este lugar y las saboreamos con calma. Sin duda y hasta el momento, junto con el Taj Mahal ha sido la construcción de la India que más nos ha impresionado.


Finalizada la visita nos acercamos a la zona de las almenas dónde se posicionan cañones metálicos de la época colonial inglesa, apuntando imaginariamente hacia el casco antiguo de Jodhpur que dibuja en la lejanía la silueta de la torre del reloj, perfectamente divisable desde esta posición rodeada del inseparable color azul de la ciudad y en el horizonte se divisa el palacio de Umaid Bhawan. Dadas las horas que son hacemos uso del servicio de restaurante del fuerte, dónde nos sirven de manera rápida y diligente y podemos comer hamburguesas sin ningún tipo de especias.


Antes de abandonar el fuerte cogemos folletos de publicidad de una actividad que nos llama la atención; tirarse en tirolinas que se ciernen sobre los acantilados próximos al fuerte. De vuelta deambulamos en el mercado de Sardar que rodea la torre del reloj; mantiene un aire de antiguo comercio con los puestos divididos por temáticas con las especias, los cereales, la fruta, los tejidos…Una explosión de color y de aromas que convive con una maraña de gente entre la que abundan los mendigos y los niños que solicitan limosna de los más pudientes.


Después de aprovechar para realizar algunas tareas pendientes como sacar efectivo de un cajero automático, buscar transporte hasta Udaipur y telefonear a nuestras familias en España volvemos en tuk tuk al hotel. ¿Seguro que sabes dónde está el hotel que te decimos? - Sí, no hay problema. Pues nada más arrancar el conductor tiene que pararse a preguntar a ver cómo se llega. Y cuando lo hacemos nos quiere dejar en otro sitio. Hemos dicho que en la puerta o no te pagamos la carrera. A regañadientes nos lleva hasta el sitio solicitado, apenas 20 metros más allá. Al final hay que tomárselo a broma y hacer un juego de estas cosas o la India acaba por terminar con la paciencia del más pintado.

Mientras cenamos algo en la azotea del hotel tomamos la decisión de quedarnos un día más en Jodhpur, nos apetece experimentar las tirolinas a algunos y otros quieren perderse por el mercado y poder comprar. Cómo teníamos holgura con los tiempos de desplazamiento suprimimos de nuestra ruta el Monte Abu y pasaremos un día más en Udaipur, aunque mañana de momento seguiremos en la ciudad azul.



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