lunes, 27 de diciembre de 2010

PASEO EN BARCA POR EL LAGO PICHOLA

Miércoles, 18 de agosto de 2010

Parece que el descanso nos ha sentado bien y amanecemos completamente repuestos. En el salón dónde se sirve el desayuno nos reunimos todos, ahora es Fátima la que se resiente del estómago. Con el paso de los días hemos aprendido a hacer del regateo un juego, y precisamente es lo que hacemos cuando tratamos de encontrar transporte hasta el centro de la ciudad antigua: competir por ver quién consigue un precio más barato para el tuk tuk.


Nos reunimos en el punto acordado para visitar el templo de Jagdish, de estilo indo-ario. Se accede después de ascender una larga e inclinada escalinata. En la puerta un hombre obliga a descalzarse al personal que accede al interior del patio del recinto. Tratamos de guardar nuestros zapatos en las mochilas que llevamos, ante la vigilancia del personaje, pero no nos permite la maniobra. No entiendo porque no deja que guardemos los zapatos en la mochila, o sea que si los traemos ya guardados y no los ve si lo podemos hacer…


El templo construido con mármol blanco resplandece ante el sol de Udaipur y alberga en su interior algún tipo de oficio religioso que contemplamos con respeto. Parece que el día va a ser caluroso y que la humedad propia del lugar nos puede deshidratar por lo que compramos suministros de agua y refrescos.

Nos encaminamos hacia la orilla del lago dónde visitamos la Bagore-Ki-Haveli (Gangaur Ghat). El edificio ofrece una vista interesante de cómo se vivía hace siglos en este tipo de construcciones e incluye en su interior un museo de marionetas (que parece que vayan a cobrar vida en cuanto se haga la noche) y muestras de mobiliario y vestimenta de época (que aprovechamos para organizar un susto que tiene como objetivo a Marta). Cuando terminamos la visita dirigimos el paso hacia el embarcadero del palacio de la ciudad desde dónde tenemos intención de tomar un bote con el que haremos un recorrido por el lago.


En el trayecto aprovechamos para hacer algunas compras (babuchas de cuero, trajes de lino blanco...) y realizar gestiones para el check in online del vuelo del día siguiente hacia Delhi. Llegamos a la entrada del recinto que da accedo al palacio de la ciudad y que es fielmente custodiada por dos militares armados. El acceso para el paso por el lago obliga también a pagar la entrada al recinto del palacio, da igual que trates de explicar al hombre que vende los tickets que sólo quieres montar en barco, las normas son inflexibles y hay que abonar indisolublemente ambos conceptos.

Pagado el peaje nos permiten el acceso al recinto y andando por un acerado de piedra que discurre paralelo a un muro de piedra por encima de él observamos unos jardines frondosos y bien cuidados mientras que al otro lado se levanta la monumental fortificación, complejo de edificios cargados de historia. Llegamos al embarcadero justo cuando los turistas del tour anterior abandonan los botes. Las embarcaciones dotadas de tejadillo que proporcionan una sombra que se agradece son propicias para mantenerse ajenos al habitual bullicio de la ciudad y su ritmo lento y cansino nos permite admirar con detalle el escenario que nos rodea.

El bote comienza su travesía rodeando la fachada del palacio de la ciudad que directamente se eleva sobre la orilla del lago, de manera majestuosa, lo que permite contemplar la grandeza del complejo con una óptica única. Los ghats a estas horas del día hierven de actividad y las mujeres lavan las ropas mientras los niños juegan a zambullirse en las aguas turbias del lago. La embarcación gira en torno al hotel del palacio del lago, que emerge en la isla de Jagniwas, cuyo color blanco destaca sobre las aguas y nos muestra lo fantástico que debe ser pasar una noche en él, rodeado por el Pichola y cubierto por un cielo estrellado, como si estuvieras en un cuento de las mil y una noches.


La suave brisa consigue que por un rato nos olvidemos del calor pegajoso que nos acompaña durante todo el día y nos permite gozar de la panorámica desde el bote: el lago, las construcciones blancas de Udaipur que se amontonan en sus orillas y como marco fotográfico último, el verdor de las montañas que rodean el lugar. Algo tendrá que ver todo esto, para que la ciudad sea conocida como la “Venecia” oriental.


Arribamos a la isla de Jagmandir dónde unos elefantes de piedra dan la bienvenida a los visitantes que llegan a su pequeño embarcadero. En la isla tiene cabida un templo y un hotel spa de lujo en el que curioseamos. Cuando regresamos al embarcadero el bote acaba de partir, por lo que tendremos que esperar aproximadamente media hora a que llegue el siguiente. Este tiempo lo dedicamos a dar una vuelta por los pulcros jardines que rodean el hotel-spa y a gozar de la sombra que proyectan alguno de sus árboles.


De vuelta al punto de origen abandonamos el recinto del palacio de la ciudad y nos dejamos caer en el primer restaurante que nos encontrarnos en nuestro camino, en un edificio de varias plantas de color blanco inmaculado. La comida no es que sea espectacular pero cumple nuestras expectativas y el diligente servicio se apresura en conseguirnos cervezas frías para refrescarnos. Nos apetece postre, pero sabemos lo que pueden tardar, sobre todo si tienen que ir a comprarlo a otro sitio. ¿Tenéis helado en el restaurante o hay que ir a comprarlo a otro establecimiento?. Los tipos son honestos y nos dicen que no disponen de helado en el local, agradecemos su sinceridad y dejamos una generosa propina.

Un grupo de monos correteando sobre un tejado cercano atraen nuestra atención a la puerta de un locutorio, mientras imprimimos los billetes de avión para el día siguiente. La mayor parte del grupo decide retornar al hotel para descansar un rato mientras que Nacho, Isabel y yo tenemos algunas compras pendientes por lo que nos alejamos caminando hacia la zona de los bazares.

Isabel se hace con dos marionetas fabricadas artesanalmente, con estructura de madera y pintadas a mano mientras Nacho busca un sari de color azafrán que complemente su traje de lino blanco recién adquirido. La vuelta al hotel la realizamos por un camino alternativo al que los conductores de rickshaw nos tienen acostumbrados y embotellados en el tráfico infernal de la zona disfrutamos desde el tuk tuk del ajetreo local.

Por la noche, mientras Nacho, Alberto, Isabel y Marta hacen una escapada para cenar en un hotel de superlujo, el Oberoi Udaivilas, reconocido como uno de los 5 más lujosos de Asia (http://www.oberoihotels.com/oberoi_udaivilas/index.asp) el resto, con el estómago castigado no queremos caer en la tentación de una comida copiosa así que nos quedamos en el hotel.


Disfrutamos de una cena relajante, a la luz de las velas, en uno de los cenadores situados en el jardín del hotel, que junto a las tranquilas aguas del lago Fateh Sagarh nos hipnotizan y nos embelesan antes de retirarnos a descansar.






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